18 de abril de 2013

Transformación




Photo credit: Juan & Diëgo / Foter.com / CC BY-NC-ND


Será por lo interiorizado que lo tengo a causa de las pelis que la elaboración de mi plan para colarme en la habitación de Viento fue sencillísimo: Disfrazarme de enfermero. No hizo falta. Desistí. Me estaban vigilando. Quizá no lo harían si no hubiera enviado aquella maldita carta pero eso me pasa por tonto. Si hubiera obrado más por mi cuenta y sin pedir permiso… En fin, supongo que entonces hubiera hecho las cosas bien y no me hubieran puesto vigilancia. En contra de la creencia popular, cuanto más tonto sospechan que eres antes te vigilan. Me di cuenta a los tres días de esto de la vigilancia. El primer día ya me resultó raro que el camarero de mi cafetería habitual fuera otro. Ya, ya, quizá no tenga nada de extraño pero siendo un negocio familiar y el camarero de siempre el único dueño, autónomo y en crisis perpetua dudo mucho que hubiera contratado a nadie. Lo del tío jugando todo el santo día a la Nintendo DS en su coche me llevó por derroteros de duda genérica, “hay gente pa tó”, me dije. Pero lo de la nueva vecina y la excusa de la sal, vamos hombre… No existen las vecinas que estén tan buenas y te pidan sal, ¡ésta era de la pasma seguro!

Como buen sospechoso, a pesar de ser inocente, comencé a sospechar de todo el mundo. Me parecía haber alquilado una realidad de locura a un precio alto pero inevitable, como si no tuviera más remedio que pasar por el aro. Por suerte para mí, así lo pensaba, mis sospechas fundadas tenían como objetivo a las supuestas fuerzas del bien, esto es: a la policía. Y menos mal, por lo menos no tenía que estar pendiente de amenazas letales, como mucho de alguna paliza o en última instancia de la privación legal de mi libertad. Me volví huraño y desconfiado, apenas si hablaba con nadie. Y si lo hacía, solía ser breve en mis respuestas y huidizo en mis encuentros. Intenté volverme invisible, resaltar lo menos posible en cualquiera de mis acciones, incluso en el caminar. Y así, poco a poco, me fui enterrando en vida, convirtiéndome en Viento.

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