11 de octubre de 2015

Café sin azúcar I




Photo credit: minato / Foter / CC BY-NC-ND



Desde dentro de Juan

Hace un par de meses que Natalia cumplió los 17, le pusimos ese nombre porque así se llamaba la tía preferida de Marga, y le regalamos una promesa escrita en un papel, una promesa que cumpliríamos si ella aprobaba todo. Solo Marga y yo sabemos qué hay escrito en ese papel, le hicimos prometer que lo abriría en junio y aún quedan casi cuatro meses para entonces. La condición que le pusimos era un mero trámite, sabemos con certeza que aprobará todo.

Desapareció ayer, a la mañana. Y temo, temo a las mafias. A esas que nadie ve, que parece que no pertenecieran a la realidad que compartimos pero que existen, esas que se llevan a las mujeres, principalmente, y las convierten en esclavas o las usan para traficar con sus órganos o vaya usted a saber qué. Y ese “qué” no quiero ni saberlo. En las construcciones mentales del imaginario común esas mafias son estructuras jerárquicas con un malo muy malo y todas esas mierdas de las películas, pero yo intuyo que no funcionan así. Sé que no funcionan así. Y temo, temo que una de esas mafias, que no son otra cosa que una panda de personas desalmadas, hayan secuestrado a mi niña. Tiene 17 años, es morena y de piel clara, y sonríe como un verano de los grandiosos. Desapareció ayer. No regresó del colegio. La policía dice que tengo que esperar 24 horas para denunciar su desaparición. Faltan 7 horas para que se cumpla ese tiempo y la angustia que siento es lo más parecido a un dolor de muelas, pero que lo abarca todo y me hace ser consciente de mi limitación mortal, de los muros de piel en los que estoy encerrado y que me comprimen hasta hacerme doler partes que no sé definir, no sin una religión hecha ya o que me invente ahora mismo. Camino por la ciudad moviendo los ojos como un psicótico, intentando no perder detalle, con la atención tan a flor de piel que podría tocar a alguien e impregnarlo con ella, y que se alejara de mí con la sensación de una sobredosis de cafeína. Esta angustia es llevar el motor de un avión dentro de un utilitario, no puedo parar, no quiero parar, quiero encontrar a mi niña, es lo único que quiero. Sé que la voy a encontrar, no me puedo permitir otro pensamiento.


Desde dentro de Marga

(Silencio de cosmos infinito y angustia de peces sobre tierra. Como si se tratase de un satélite artificial se traslada recibiendo y proyectando todas las ondas que detecta su radar en una especie de ruido sordo. Todo en ella, sus gestos, sus ojos e incluso el vacío de su voz son un alfabeto comprensible para cualquier persona, sea cual sea su idioma).


Desde dentro de Natalia

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Café sin azúcar II

2 comentarios:

  1. Placer de leer letras paisanas. Saludos desde el otro norte allá a la derecha del mapa, de una del sur.

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  2. Me has hecho retroceder en el tiempo y encontrar mi propia angustia cuando tardabais unas horas mas en llegar. No quiero pensar en la angustia, la desesperación, el dolor y yo que se qué más de un momento de esos. Solo pido que deje de suceder.
    Un placer leerte. Desesperación imaginar lo que escribes. Te quiero

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