4 de noviembre de 2020

Hecho del verbo echar

 

 


Estoy hecho con los versos de una poeta desconocida que escribe mejor que diez mil hombres poetas y ochocientos dramaturgos que hablan de la vida como si fuera un teatro y así la viven: fingiendo.

Estoy hecho con la caricia de unas manos cuarteadas por el frío y el aire seco, que mesan mi pelo y apoyan mi mejilla en un tejido impregnado de matanza y prisa. Recuerdo burbujas de sangre en un cubo de metal.

Estoy hecho con la risotada que sierra la fresca mañana, mientras las labores se vuelven duras por falta de descanso y el vino afloja las piernas y distorsiona los dientes de las yeguas, que se los prestan a los mirlos, que los dejan caer en el arroyo hasta que un murmullo de lenguas torpes dicen mares y a nadie le importa, y todos se ríen. Y he dicho río.

Estoy hecho con la insignificante muerte por soledad de las arañas en aquella misma esquina del techo de la bodega: humedad, penumbra, frutos de cáscara y orzas con aroma de aceite viejo, guitas, madera. Pestillo echado en la puerta, por fuera.

Estoy hecho con el estiércol que se confunde con barro y las niñas pisan sin remilgos y las vacas siembran bajo los chaparros y las nogueras, a paso de vaca. Estoy hecho de amargas bellotas y esparragos trigueros. Y collejas. Y espantapájaros. Y cuevas.

Estoy hecho con la herrumbre de las cadenas de las bicicletas sin cambios y la luz inquieta de los candiles y las dinamos. Los botijos y los ladrillos por doquier y por cualquiera. Los perros atados, los ladridos: desatados; la loza. Los quintos de cerveza, el queso viejo y el tomate con sal gruesa.

Estoy hecho de lo que está hecha la carne del cerdo y el conejo que corre sin piel, de grandes espacios y tareas inacabables y nácar de navajas. De llorar tras la puerta, de juegos, leyendas. 

Estoy hecho de anhelos por las acequias abandonadas bajo la maleza, que atraviesan caminos por los que no corren ya niños ni labran brazos o animales. Estoy hecho con algo viejo que aún recuerda el olor del alcanfor en los armarios y la manzanilla recién cortada, o los higos sobre papel deshidratándose lentos como largos veranos con sol en la sonrisa.

Estoy hecho del recuerdo deforme de un dios que invento que me inventó, y de la porcelana que queda donde nadie puede limpiarla y pasan los años. Y un día, como hoy, aparto los muebles y no sé si hacer reforma o echar un buen rato limpiando. Voy hacia la cama y me echo a mí mismo, porque hace mucho tiempo que en vez de vivir, me pienso.

Estoy hecho de echarme de menos en todo tiempo futuro.

 

8 comentarios:

  1. ¡¡JODER!! ¡Cómo te ECHABA de menos! Ahora mismo me lo voy a imprimir, sopesando el medioambiente y las emisiones, porque cuando leo algo como esto empieza a importarme lo demás, algo así como una mierda. ¡Gracias por el regreso! Gracias por volver a crear (me-nos) el universo perfecto donde no hay que usar mascarilla ¡allá voy! Hoy no estaré fuera ni un instante, me quedo en Járiga (por fin).

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    1. Lo de ir sin mascarilla suena tan bien... ¡Gracias, Maria de los colores! Eres la hostia.

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  2. Un gustazo volverte a leer, además con esta joya de escrito. Me has hecho ver y recorrer todos esos espacios y todo tan de por aquí. Un placer volverte a leer.
    Besicos muchos.

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  3. Digo como María y Nani. Hasta me has hecho entrar de nuevo en el blog. Me han dado ganas de volver a escribir. Eres la caña y me gusta muchisisimo de que estás hecho.
    Para mí, estás hecho de amor.
    Un abrazo muy grande para que también forme parte de ti. Muuuuaaaask

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    1. ¡Ohhh, pues lo recibo, ese abrazo, como un afluente y ya me siento muy, muy Ebro! :-D

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