10 de noviembre de 2013

Sena y la oniria (Sanación)



Photo credit: teo_ladodicivideo / Foter.com / CC BY-NC-ND


-Todo esto es lo que te puedo contar, a partir de aquí el resto de la historia tiene 2 versiones que no conozco, la de Jonás y la de Alhadira -dijo Praix a Sena mirando hacia ningún lugar.

Sena asintió con la cabeza y se acercó hasta el camastro en el que entre pequeñas convulsiones parecía soñar Jonás. Habían pasado un par de horas desde que le aplicara el aceite de oniria y, después de conocer la historia, era el momento oportuno para una imposición de manos. Le pidió a Praix que viera lo que viera, pasase lo que pasase, no se acercara a ellos y mucho menos se le ocurriera la idea de tocarles. Sena cerró sus ojos con lentitud de caracol mientras juntaba las palmas de sus manos a la altura de su pecho. Pasados unos minutos separó sus manos posando una en la cabeza y la otra en el pecho de Jonás, sus labios temblaron alguna oración y el aire de la estancia se volvió denso y cálido como un río de lava. Praix se inquietó y miró hacia la puerta como si una amenaza externa fuera a entrar de un momento a otro, Sena palideció y Jonás se puso rígido como una barra de acero.


Miles de imágenes comenzaron a rebosar dentro de Sena, imágenes de recuerdos que no le pertenecían: una danza en un círculo de fuego, boxeadores en un parque, confetis entre luces de colores, un chicle en una zapatilla, un grito en la cima del mundo, un coche en el bosque, té y jengibre, pan de chocolate... Cientos de imágenes que Sena apenas podía relacionar ni comprender. Se dejó inundar por ellas y evitó su comprensión. Praix observaba el rostro de su amiga cambiar y mezclarse entre lágrimas y sonrisas, entre muecas incomprensibles y gestos absurdos e intentó no preocuparse.

Sena sabía qué hacer. De los imaginartesanos aprendió a crear como ellos, aún no era capaz de mantener una proyección como es debido pero podía hacerla visible durante unos segundos. Y en ese mismo instante, mientras seguía inundándose de imágenes ajenas, se le ocurrió que quizá podría crear una proyección dentro de su amigo, una proyección con la suficiente fuerza como para sanar el disparo. Y lo hizo:

Una mujer aún sin nombre y con ropa de mariposas caminaba descalza por el lado de un puente mientras el sonido de un banjo acompañaba la escena, por el otro lado avanzaba Jonás trajeado con globos. Al llegar ambos al ábside no se abrazaron, solo se miraron, se dijeron un sí y saltaron al río, hacia su desembocadura.




<< Episodio anterior
El puente de los abrazos





31 de octubre de 2013

El puente de los abrazos




Photo credit: tetegil / Foter.com / CC BY-NC-SA


En aquella parte de Entremundos había muchos tipos de puentes pero éste formaba parte del paisaje, lo enriquecía. Era uno de esos tipos de puente que imaginas cuando piensas en la palabra: Construido en piedra, con arcos apuntados; un puente curvo, con pretiles y calzada; un puente que une las dos orillas paralelas de un río; más que eso: era un puente de peregrinos. Me quedé suspendida sobre la rama del arce, elegí este árbol porque me fascina su otoño, pero la rama cedió por mi peso hasta quedarse la parte inferior en contacto con el agua. De vez en cuando me salpicaban algunas gotas y dos ramitas comenzaron a chocar entre sí haciendo un sonido constante de claqueta. Aquel ruido acabaría delatándome. Decidí cambiarme de rama o de árbol pero una sombra invadió el puente y me quedé, tan quieta como un jugador de ajedrez concentrado en un movimiento importante me quedé. Pensé, y creí, que mucho más natural acabaría pareciendo el ruido de un par de ramas que chocan entre sí mecidas por el agua que los movimientos de un cuerpo haciendo el mono, así que me quedé donde estaba, con suerte y la ayuda de la penumbra no me verían. Unas gotas de agua me salpicaron a la cara, las ignoré, como también ignoré el frío que intentaba invadirme, el sitio elegido se había vuelto incómodo pero ya no había marcha atrás. Creo que era Alhadira la que comenzó a avanzar hacia el ábside de la calzada del puente desde la margen izquierda, me pareció que llevaba el pelo cubierto con un gorro de lana de color gris y un abrigo ajustado, Jonás iba a su encuentro desde el lado derecho ataviado con un comando oscuro. Se pararon un segundo, como indecisos, después se abrazaron, un abrazo de reconocimiento y búsqueda aunque a mí me pareció el abrazo de dos seres perdidos. Alhadira se quedó mirando hacia el origen del río mientras que Jonás lo hacía a su destino. A mí esos detalles me llaman mucho la atención y te diría que me pareció un gesto muy simbólico: ella mirando al pasado, él al futuro, y el presente representado como un abrazo sobre un río imparable. Menuda imagen, ¡qué fuerza!

En mi humilde opinión, que a pesar de ser humilde lleva consigo el peso de todos los siglos vividos, y ya son muchos, los abrazos son tan bonitos como peligrosos, tienen un lado oscuro. Te hacen mirar por encima del hombro de la otra persona y en dirección opuesta, por eso pienso que es mejor cerrar los ojos en un abrazo. Desde donde me encontraba no distinguía sus ojos pero tengo mis intuiciones sobre aquel encuentro, como buena guardiana me las guardo para mí pero ya se verá.

Sé que la función de un enlazador es coser coincidencias, hechos, sueños, señales… Y quizás Jonás sea el mejor de los últimos tiempos pero créeme Ventura que esta vez no se enteró de nada, parecía que el río fluía por su corazón y por su cabeza en vez de por el cauce. Y ahora viene lo extraño, la razón por la que te cuento todo esto: Jonás y Alhadira decidieron dar un paseo bordeando el margen por el que yo estaba escondida. Creo que Jonás se había olvidado por completo de que yo andaba por allí esa noche y estoy segura de que no me vieron pero sí que miraron hacia donde me escondía, era imposible obviar el clac clac de las ramas. Estaban muy cerca y pude escuchar sus palabras. Jugaron a que aquel ruido era el sonido producido por algún duende o ninfa, o alguno de esos seres imaginarios en Entremundos, que aplaudía de alegría por el reciente encuentro y Jonás le propuso a Alhadira que le pusiera un nombre. ¿Y sabes qué nombre se le ocurrió? Efectivamente, ese mismo. Podía haberse inventado mil nombres pero no, Alhadira dijo: ¡Aya!

Me quedé de piedra, como Gabriela.



<< Episodio anterior
Aya en la orilla
Último episodio >>
Sena y la oniria (Sanación)





16 de octubre de 2013

Aya en la orilla




Photo credit: ellhoisa / Foter / CC BY-SA


-Aquí en Járiga tenemos a bien el uso de la magia y no necesitamos la mayoría de los artefactos rudimentarios que usan en Entremundos. Para que nuestra magia sea eficiente en aquel lugar hay que convertirla o traducirla como si fuera un lenguaje diferente, por decirlo de la forma más precisa posible -explicaba Praix a una niña con mirada de mujer atenta a sus palabras-. A Alhadira le llegó el mensaje enviado desde los tubos óricos a modo de publicidad, por correo electrónico, un boletín para un curso de teatro. No necesitas saber qué son estas palabras, te baste saber que los hilos de los telares de Ílade harían el resto. Deberías saber también que esta parte de la historia se hubiera quedado oculta, más bien a las orillas, como deambulando, si Aya no le llega a contar a Ventura qué pasó en aquel lugar. Los guardianes no son muy dados a contar detalles de sus trabajos pero algo sucedió para que Aya no pudiera contenerse. Fue el mismo Ventura el que me contó los hechos tal y como se los relató a él:

Llegué a aquel puente un par de horas antes. Paseé por ambas orillas, el río bajaba con fuerza y caudaloso. Era final del invierno en Entremundos y el frío se dejaba ver como si fuera el humo de una hoguera inversa. No había decidido el lugar desde donde protegería el encuentro y me quedé sentada sobre el pretil del puente durante un rato, sumida en mis pensamientos. Había una parte mía a la que no le gustaba que ese “sin raíces” de Praix me hubiera enviado a este asunto, sin embargo debía reconocer que era un tipo listo, sabía que nunca le haría un favor por su condición, no me gusta la gente sin apellidos, pero a pesar de todo me guarda respeto y jamás me dirige la palabra, siempre se acerca a mí con un interlocutor, como tú por ejemplo, y le habla y le mira a él, ignorándome por completo; y eso me hace bien, no puedo ir en contra de mi naturaleza divina, repudio a todos los hombres como él, a todos los que han nacido como mala hierba engendrados en una semilla. Si supieran como yo cual es el origen del primer hombre de ese tipo… Pero los tiempos han bailado tanto que algunos de ellos casi merecen mi respeto. Ojalá no tuviera estos pensamientos benevolentes hacia esos seres, ¿no puedes entenderme, verdad? Se me retuercen los adentros solo de sentir algo así. No, no puedo luchar contra mi naturaleza. Pero dejémoslo aquí.

El tiempo se me pasó como arrastrado por el río, el momento del encuentro se acercaba y decidí guarecerme en las ramas bajas de un arce. Debe ser que en los telares de Járiga se urden las coincidencias del mundo, porque casi me vuelvo humana del susto cuando Alhadira me llamó por… Me estoy adelantando a los hechos, y es preciso seguir su orden.




<< Episodio anterior
El plan improvisado
Episodio siguiente >>
El puente de los abrazos





10 de octubre de 2013

El plan improvisado



Photo credit: Thomas Hawk / Foter / CC BY-NC


-No me puedo creer que enviaras en esas condiciones a Jonás a Entremundos-, dijo Sena cuando el silencio dejó de ser tan sonoro y se emancipó del lugar. Así evitaba hablar de aquella intrusión en sueño ajeno, ya habría tiempo de hacerlo cuando lo asimilaran, así le pareció que pensaría también Praix y lo observó colocarse la mano entre la sien y el ojo, cerrando ambos párpados. El gesto parecía poco delectable y, según Sena, la evidencia firme de un repentino dolor de cabeza. Era muy posible que la experiencia se lo hubiera provocado, ella en cambio se sentía físicamente bien. Lo miró con algo de preocupación pero él no dijo nada al respecto, tensó el cuello y las axilas para contener un bostezo, miró hacia la puerta como si pudiera entrar de un momento a otro alguien más y luego le contestó que ya sabía que las condiciones no eran las más adecuadas y que tenía el presentimiento de que las cosas podían no ir del todo bien, los Mamus se estaban haciendo fuertes allá.

-Por fortuna, Aya, estaba dispuesta a colaborar. Como soy un chico sin apellidos la guardiana de las orillas no me permite hablar con ella, así que tuve que echar mano de un intermediario. Me ayudó con ella Ventura, el tabernero de La Curia. Lo cierto es que elaboramos el plan sobre la marcha, improvisando más que elaborando. Jonás ya estaba intentando conseguir información para localizar el puente de Entremundos donde supuestamente se encontraría Aya y tarde o temprano intentaría localizarla directamente a ella para conseguir la información, teníamos que evitar que esto último sucediera. Lo preparamos todo para ese mismo día, a la noche. Yo me volví a Söen y envíe una comunicación a Alhadira mediante los tubos óricos, Aya se marchó para Entremundos y Ventura se encargó de hacer saber en qué puente se encontraría a los chismosos de la taberna. La información corrió como un guepardo hasta los oídos de Jonás y yo crucé los dedos.




<< Episodio anterior
Interludio (Miosis)
Episodio siguiente >>
Aya desde la orilla





4 de octubre de 2013

Interludio (Miosis)




Un grito rompió la pausa valorativa sostenida entre Praix y Sena, su amigo parecía haber entrado por fin a las ensoñaciones provocadas por el aceite de oniria y lo hacía por la puerta grande. Aunque para Sena aquel grito y toda esa tensión no eran más que síntomas normales, a Praix le parecieron aterradores y quiso hacer algo para ayudar. Se acercó hasta el camastro con la intención de dar calma a su amigo y en un espasmo Jonás lo agarró de la muñeca con tanta fuerza que le hizo gruñir de dolor. Sena se asustó, nunca había visto a ningún “onírico” apresar a nadie, le parecía un hecho insólito e intentó abrir la mano con la que lo apresaba. El tiempo quedó quieto en ese instante como un maniquí y, quizá por contagio o por la amistad que les une, los tres fueron partícipes de uno de los sueños de Jonás. Se proyectó en sus mentes como algo vívido y desconcertante mientras que las pupilas de Sena y Praix se contraían como las de un gato.





Tras la experiencia común, Sena sintió que aquello era más una pesadilla que un sueño, el silencio quiso acurrucarse en postura fetal muy cerca de los tres, en el suelo, junto al camastro; la habitación se inundó entonces con el liquido amniótico del que se alimentaría el silencio, y se fue gestando a sí mismo durante horas hasta que llegó el momento y nació. Y se quedó a vivir. 





<< Episodio anterior
Ingeniería tenue
Episodio siguiente >>
El plan improvisado





30 de septiembre de 2013

Ingeniería tenue



Photo credit: Luz Adriana Villa A. / Foter / CC BY


La ingeniería tenue es una ciencia tan vieja como el origen de los mundos, tan sutil como la evaporación de un charco y tan efectiva como el veneno de serpiente cristalina. A pesar de pertenecer a la magia ancestral se puede decir de ella que es una disciplina olvidada, solo la Niña-Reina la conoce con profundidad. Ella ha sido la instructora de Praix y, aunque no es dada a desvelar sus secretos y su carácter se define más imprevisible que el clima en las estaciones medias, decidió instruir a su leal ayudante porque eso repercutiría en su beneficio. La ingeniería tenue consiste en un tipo de artificio psicológico mediante el cual la víctima se siente tentado/provocado a realizar lo que se le pide que no haga. Praix no era más que un iniciado pero supo llevar a cabo su actuación con la ayuda de la piedra que llevaba en el bolsillo. Era una verdina, un tipo de piedra que favorece la concentración y calma los nervios.

-Jonás, el contenido del mensaje iba dirigido a ti. No estoy autorizado a desvelar nada de lo que decía, ni siquiera debería haberte dicho a quien iba destinado pero tómatelo como una licencia que me permito por deferencia a nuestra relación. Me gustaría encargarme personalmente de este tema, viajaría con gusto a Entremundos pero ha habido muchos problemas en los telares de hilo vetcha y me va a ser imposible, tampoco quiero que vayas tú. Y menos ahora que sabes que el mensaje iba dirigido a ti. No me interpretes mal, eres el mejor enlazador de Járiga pero no sé dónde se encuentra el puente del que habla la nota y tampoco sé cuando aparecerá Aya por allá. Así que esta vez lo dejaremos pasar, si ha ocurrido una vez debería pasar más veces, ya tendremos tiempo de averiguar cómo ha sucedido. Escúchame bien: ¡No quiero que vayas a Entremundos por esto, no estás preparado aún y no es un asunto urgente! Dime que me has entendido.

Jonás me miró confuso, asintió con la cabeza aunque con torpeza. Estaba claro que la ingeniería tenue había sembrado su semilla; no solo eran las palabras que le dije, esta disciplina solo funciona acompañada del lenguaje corporal adecuado y algo más intangible. Estaba seguro de que Jonás acudiría a Entremundos aún sin saber a qué se enfrentaba, aún no teniendo definida su misión. Lo leí en sus ojos y no quise añadir más sobre el asunto, así que continué, esta vez con otros temas también relacionados con el lugar a donde se dirigiría en breve sin mi permiso, pero con mi consentimiento mudo. Quería prevenirle del gran movimiento de Mamus que habíamos detectado desde los telares del barrio de Henoc.  -Y cambiando de tema, he de decirte que los mundos se están moviendo últimamente con un baile agitado. La producción de hilo vetcha ha aumentado de manera exponencial en estas jornadas y bajo mi experta que no infalible opinión, eso significa que hay un número insondable de Mamus sueltos. Y me inclino a pensar que una gran parte de ellos están haciendo de las suyas en Entremundos. Si esto sigue así tendré que encargarte un asuntillo, ya sabes. Por el momento no creo que sea necesario pero me gustaría que estuvieras preparado por si acaso.

Después seguimos paseando y le conté a Jonas que aquella hoja plateada que había visto en el extremo de una de las ramas del árbol blanco no era una hoja cualquiera, se trataba de la hoja patrón del árbol níveo y la utiliza como ejemplo para cuando la primavera llama, si alguien la arrancara, ese ejemplar de níveo estaría condenado. Desde la base en la que antes estaba unido el pecíolo comenzarían a brotar tímidas gotas de savia que al contacto con el aire se volverían oscuras y que recorrerían y cubrirían el árbol en su totalidad, y poco a poco pero con constancia en menos de tres meses el árbol cambiaría su color blanco por el negro, convirtiéndose así en su sombra. Y un buen día, sin previo aviso y en cuestión de segundos se desharía en pesadas cenizas, una especie de lluvia negra que dejaría un círculo negro en el lugar donde antes se erguía. Ver la muerte de un árbol níveo es algo espectacular pero solo habita en los jardines del Amaraun y muy pocas personas tienen acceso a ellos. Es posible que Jonás confundiera el árbol níveo con un avertel blanco, son muy parecidos, la verdad; pero el avertel se desprende de todas sus hojas y éstas no son plateadas sino grises.

-¿Me quieres decir que enviaste a Jonás a Entremundos para encontrarse con Alhadira, sin saberlo, cuando más actividad de Mamus había?

-Sí.



<< Episodio anterior
Los jardines blancos
Episodio siguiente >>
Interludio (Miosis)



26 de septiembre de 2013

Los jardines blancos



Photo credit: Thomas ♫ / Foter / CC BY-NC-ND


Le conté a Jonas, eludiendo a propósito el nombre de Alhadira, que había ocurrido un hecho insólito en el corazón de las comunicaciones de Járiga:

-No es de un tema banal del que quería hablarte, ¿te parece si caminamos hasta la fuente de la araña? Adelante… Una nota se ha colado en nuestro sistema, no es un mensaje importante y en mi opinión no entraña peligro pero sí que cuestiona el buen funcionamiento de nuestra seguridad. Si el mensaje se ha filtrado casualmente por una falla quiere decir que hay un modo de entrar. Pero ya estamos trabajando en ello, hay una quincena de técnicos revisando Söen, aquello es un dédalo, una verdadera locura de tubos y nodos y distribuidores y… Pero a ti te quería hablar de Entremundos, Jonás. Pocas personas conocen qué es ese lugar, creo que una buena definición sería que es una línea que pasa por todos los seres y cosas, uniéndolos en una realidad que pueden compartir en un mismo tiempo.
Fuera de esa línea hay otras infinitas líneas que jamás se encuentran, otras que se tocan un instante, otras que se suman a otras líneas… Bueno, opciones infinitas para líneas infinitas, o mundos. La particularidad de Entremundos y la magia de ese lugar es muy sencilla: es común para todo lo que existe. Ya sé que no te estoy descubriendo nada que no sepas pero esta explicación me sirve de base para continuar. Como buen enlazador sabes que Járiga está conectada a Entremundos por medio de 24 puertas, solo visibles para quien sabe encontrarlas. Pues bien, quería saber tu opinión: ¿Es posible hallarlas por azar desde allí?

-Estadísticamente es improbable pero no imposible, se han de dar muchas casualidades, muchas coincidencias para que alguien pueda encontrar una de las puertas. Por lo tanto, sí, es posible hallarlas por azar-. Respondió Jonás mientras miraba las ramas desnudas de un árbol blanco. Algo llamó su atención, una hoja de color metálico que colgaba firme de una de las ramas más jóvenes. -Mira, Praix, aquella hoja aún aguanta, se ve que el otoño no ha podido con ella.

Praix ni siquiera miró, tampoco le dijo a Jonas que los árboles níveos siempre se guardan una hoja como patrón para cuando llegue la primavera pero sí que aprovechó la ocasión para preparar su ingeniería tenue, asintió con un “jum” como apoyando su comentario y metió la mano en el bolsillo interior de su levita, en ella una piedra de color pistacho al contacto con su piel comenzó a coger temperatura.



<< Episodio anterior
Los tubos de Söen y Alhadira
Episodio siguiente >>
Ingeniería tenue



22 de septiembre de 2013

Los tubos de Söen y Alhadira



 
Photo credit: euzesio (seldom here) / Foter / CC BY-ND


Los mensajes, que jamás debieron ocupar este medio, llegaron hasta Járiga a través de los Tubos se Söen; como ya sabes soy el responsable del buen funcionamiento de estos canales pero aquel día delegué mis funciones a Saiskit, el joven de las diez bocas. No pongas esa cara, le llamamos así por que habla mucho, demasiado, pero es muy bueno distribuyendo las comunicaciones. Yo mientras tanto y por orden de la Niña-Reina me dediqué a controlar la zona de extrusión y como pude, a ratos, también los telares de hilo vetcha. Fue un día de mucho trabajo, una locura. Al día siguiente Saiskit me puso al tanto de los problemas de la jornada anterior y de todo lo que quedó pendiente, y si no lo paro me pone también al corriente de las andanzas de su hermana, de la relación entre lo que comió por la mañana y su dolor lumbar y de su opinión sobre los nuevos bancos instalados en Plaza Grande, también me dijo que había llegado un mensaje que no sabía descifrar y que era la primera vez que veía una epístola así en los tubos. Me encargué de ella después de planificar el día y de aventar los temas irresolutos del anterior. Nada más verla, supe enseguida que se trataba de una nota de Alhadira, una tímida misiva en la que intentaba retomar el contacto con Jonás. No puedo contarte el funcionamiento de los Tubos de Söen, es un secreto que guardo con mi vida, lo que sí te diré es que es muy complicado que este tipo de mensajes circulen a través de ellos, y eso es lo que me hizo darle importancia. Saiskit no pudo descifrarla porque no conoce el castellano, como la gran parte de la población de Járiga, y con seguridad sería la primera vez que ve algo escrito con esos símbolos, le debieron de parecer harto extraños.

Medité mucho qué pasos dar respecto a la nota de Alhadira. Sé que Jonás la olvidó accidentalmente el día en que logró escapar de la mente de Nimrod y no me veía capaz de evaluar si sería mejor que volvieran a encontrarse o no. Cabía la posibilidad de que Jonás no la recordara pero y si… Y me pregunté muchos más “y si…” y aprovechando que Aya, la diosa y guardiana de las orillas estaba dispuesta a vigilar y proteger aquella cita decidí hacer uso de la ingeniería tenue para provocar el encuentro.

Jonás llevaba una temporada un tanto sensible de más y alguna vez se negó incluso a llevar a cabo encargos directos de la Niña-Reina. Yo relacioné esos cambios en su comportamiento con la pérdida de recuerdos que sufrió, no debe de ser nada fácil ser consciente de la amputación de parte de ellos, sobre todo si son intensos, y los relacionados con Alhadira eran como un amanecer estival para él. Sé que contigo también habló alguna vez de ella -Sena asintió sin abrir la boca- pero yo me lleve casi todas su charlas. -Miró hacia Jonás e hizo una pequeña pausa-. Deberías haber visto cómo me habló de la chica silenciosa, así era como la llamaba, la comparó con la chrysiridia y la maravilla y la buscaba en todos los ojos a los que miraba. Cuando perdió los recuerdos el énfasis de su espíritu se fue volviendo poco a poco lejano como la mirada de un muerto y cuando los que estábamos a su alrededor percibimos el cambio éste ya había sucedido.

Hablé con la Niña-Reina del tema de Alhadira y me dio algunas pautas interesantes para sacar más jugo de la ingeniería tenue. Cuando estuve preparado llamé a Jonás y lo invité a dar un paseo por los jardines blancos del Amaraun.

Sena toca con delicadeza la mano de Praix para que interrumpa su relato, se levanta del incómodo banco y coge otro par de gruesas mantas, Jonás está tiritando y si no lo protege del frío es posible que en un rato convulsione como un pez fuera del agua. Lo arropa con cuidado y se queda un rato con los ojos cerrados asida de las manos del enlazador, cuando éste parece haber entrado en calor se dirige de nuevo hacia Praix, se sienta a su lado, le sonríe con cansancio y le indica que continúe.



Episodio siguiente >>
Los jardines blancos



19 de septiembre de 2013

Precedentes




Photo credit: titoalfredo / Foter / CC BY-NC-SA


La canción entró por algún resquicio en la mente de Jonás fundiéndose con el enteogénico aceite de oniria, y aunque el enlazador no dormía, nítidas imágenes se iban formando en esa especie de sala de cine donde se proyectan los sueños. La intención de Sena era que su amigo transmutara su miedo, que de aquello que le había ocurrido aprendiera lo esencial, apartando a los demonios; para ello la oniria de fresno blanco era la más adecuada: minimizaba las pesadillas y las zonas oscuras como el rencor y la culpa e impulsaba los buenos momentos, hasta el punto de acabar agradeciéndolos; y todo esto al modo de los sueños, con un surrealismo y sugestión que roza el sinsentido. Para Sena, que a pesar de ser siempre niña y soportar esa condena con todo lo que conlleva (amores que envejecen o un cuerpo estancado en su desarrollo, además de la poca consideración que los “adultos” prestaban a su opinión), la existencia consistía en elegir siempre en positivo. Pero no solo en una elección o decisión sino en todo su árbol, porque no siempre las cosas salen como te gustaría ni son como tú pensabas y es mejor adaptarse al cambio una y otra vez luchando por construir, no por abandonar o destruir. Y las dos últimas opciones tienen cabida si forman parte del camino a la edificación de la causa. Así tomó ella el aprendizaje de la existencia y quizá por eso una de las frases que más le gusta es esa que dice Praix de que en el color blanco viven todos los colores. La mano que tiene cogida eleva su temperatura y la niña eterna sabe que Jonás está empezado a soñar imbuido por los efectos de la droga, ella sigue cantando la canción en su estrofa final con una cadencia hermosa y soporífera, el vello de los brazos de Jonás se eriza y Sena conoce que su amigo acaba de entrar en el mundo de la oniria. Se aparta con cuidado en busca de unas mantas más gruesas y calientes porque ahora comenzarán los escalofríos y los temblores. El sueño producido por la oniria de fresno blanco suele ser reparador y magnífico para el que lo vive, pero desde fuera para quien contempla ese cuerpo dormido y febril pareciera todo lo contrario: Temblores, espasmos, sudor, cambios de color en la piel desde el rojo casi amoratado hasta el pajizo casi cadáver, murmullos, gritos, tensión mandibular, puños apretados, laxitud extrema… Una abanico de estados y síntomas nada agradables de contemplar.

Praix entra por la puerta seis horas después de haberse ido a descansar, apoya el intento de Sena para ayudar a Jonás mediante el aceite de oniria y la toma de ambas manos. -He de contarte todo lo que sé, yo envié a Jonás a Entremundos a una tarea peligrosa para él, creo que será importante que sepas lo ocurrido-. Praix se sienta junto a ella en el incómodo banco de madera frente al camastro y comienza a relatar su historia:

-Los mensajes, que jamás debieron ocupar este medio, llegaron hasta Járiga a través de los Tubos se Söen...



<< Episodio anterior
Aceite de oniria
Episodio siguiente >>
Los tubos de Söen y Alhadira



16 de septiembre de 2013

Aceite de oniria



© MaríaPan


El Aceite de Oniria penetró a través de los párpados de Jonás ayudado por el suave masaje circular que Sena, la niña eterna, aplicaba con templanza. Hacía mucho tiempo que su utilización estaba prohibida pero en opinión de Sena ese veto era una postura necesaria para evitar su mal uso, ocurrieron casos realmente dramáticos en el pasado y era preciso alejar de esta joya natural a los irresponsables, a los necios y a la gente sin escrúpulos. Su fabricación es realmente simple, la única dificultad estriba en saber diferenciar a la Cypella Onira del resto de cypellas, cosa bastante complicada de hecho y que muy pocos saben hacer sin recurrir al azar, el resto de cypellas son inofensivas e inocuas. Una vez conseguido esto solo hay que hacerla macerar en aceite de maravilla, no sirve otro, durante tres lunas crecientes enterrada junto a la raíz de algún árbol. Hay quien dice que es mejor el álamo pero Sena prefiere el fresno blanco, y aunque parezca una tontería la elección del árbol determina los efectos que acabará produciendo la oniria. A modo de ejemplo, si maceras la Cypella Onira junto a la raíz de un haya su efecto suele ser intenso y corto pero si la maceración se hace en un manzano el resultado puede ser imprevisible. Hay árboles que es mejor no usar, como el roble venenoso, macerarla junto a las raíces de este árbol induce a una pesadilla tan incontrolable que en la mayoría de los casos acaba en muerte o coma irreversible. El fresno blanco tiene propiedades beneficiosas para la inducción al sueño con aceite de oniria, suele apaciguar los aspectos negativos de la ensoñación y transformarlos en útiles para el alma, no en vano la madera de este árbol se utiliza para la fabricación de guitarras y otras artesanías. Cada raíz elegida tiene también la particularidad de hacer cambiar de color al aceite en una danza de arabescos hipnóticos, la del fresno blanco transita un espectro de blancos, verdes, tierras y azules oceánicos inconfundibles. 

Mientras Sena continúa masajeando los ojos de Jonás recuerda una de las canciones que aprendió en una de las raras ocasiones que pudo viajar a Entremundos, la vio escrita en un muro y luego no sabe cómo aprendió su música, a su juicio quien la escribió debía tener estrellas en las manos y la noche enredada en el pelo*. Sena se puso a cantarla apenas sin darse cuenta de que lo hacía, sus labios parecían bailar al son de un ritmo oculto y delicioso, y tan bella era la canción que en cada pausa el silencio intentaba imitarla:


Volviste desde tan lejos
para estar tan cerca...

Cuando respiro hondo y cierro los ojos,
los duendes aparecen y
el ángel que te guarda despierta:

Vuelves cuando duermo,
duermo para que vuelvas
”.*




* La que tiene estrellas en las manos y la noche enredada en el pelo es la autora real de la canción que canta Sena. Ella vio la letra en un muro pero no se fijó en la firma. La obra se titulaba La noche de los locos III y en el margen inferior derecho ponía: MaríaPan.




<< Episodio anterior
Dentro del cubo



14 de septiembre de 2013

Dentro del cubo




Photo credit: bernat... / Foter / CC BY-NC-ND


Apunto está de salir el sol por los Montes Cautivos cuando Sena llega a la habitación del Amaraun donde dejó ayer a sus amigos, no llama a la puerta y entra con cuidado. Praix no la percibe y ella se queda a observarle desde allí tan quieta como una cariátide. Él se afana en limpiar la sangre del torso de su amigo con gasas y una loción limpiadora, gasta cuidado y delicadeza al tiempo que sigue murmurando sus enigmáticos salmos sanadores. Sena guarda en secreto su amor de mujer por Praix y para no emocionarse con lo que ve, para romper el hechizo, habla en tono suave: -Buenos días, ¿qué tal se encuentra nuestro enlazador?
Praix contesta con un gesto de ignorancia resignada, casi apática. Se hace un silencio largo.

-¿Y tú, qué tal estás tú, Praix?

Otro silencio… Aunque esta vez quiso hacerse de plomo y quedó fijo en el suelo contaminando el ambiente con su color gris y su pesadumbre de plastilina hasta volverse incómodo como una cama de riscos. Praix bufó, paseó por la habitación con la urgencia de un loco perdido en una sala y el silencio de un verdugo prendido en los labios, acto seguido se echó a llorar como un fuerte viento a ras del océano y por un instante pareció ser otra vez de noche, sin que jamás hubiera existido este amanecer de Septiembre. Parecía habérsele caído el alma a los pies, los pies al infierno y el infierno a la cabeza. 


-He podido rozar, solo rozar con mi magia empática su persona. ¡Créeme, Sena, está jodido! Es necesario que se recupere de este estado, cruzo los dedos para que así sea y nosotros hemos de ayudarle. Aparentemente está inconsciente mientras el mausand hace su efecto pero no es así, está tan despierto como tú y como yo pero no puede salir de su dolor, da vueltas y vueltas alrededor de él incapaz de escapar en un estado de sueño e insomnio a la vez. ¿Sabes eso de que la salida a un callejón sin salida es la entrada? Pues en este caso Jonás está dentro de un cubo, no hay salida ni entrada, y la sensación que tengo es como si temiera dañar a alguien o algo si escapara, que está preso en él por voluntad propia. Sena, tú y yo sabemos que es el mejor enlazador de los últimos tiempos y que podría conseguirlo por sus propios medios, el problema es que no quiere, es como, perdona que me repita, si temiera dañar a alguien o algo o como si quisiera protegerlo de sí mismo. He sentido su bloqueo, siente que solo por existir puede dañar aquello que ama, aún sin querer, y se siente culpable por ser. No sé, Sena, quizá haya sido invadido por un Mamu, quizás deberíamos alertar a la Niña-Reina, esperar a que sane por sí solo, no sé…

Praix a duras penas contenía las lágrimas mientras le contaba a Sena su experiencia empática y ella se había convertido en un deshielo mudo, nada quería decir ni nada podía decir. Se acercó hasta Praix con su cuerpo eterno de niña y le pidió por gestos que se agachara, tomó la cabeza sobre su pecho y con una imposición de manos le liberó de parte del dolor que se le había contagiado al empatizarse con Jonás, luego le rogó que se marchara a descansar y le besó en la mejilla. Lo contempló marchar con la mirada encendida hasta que cerró la puerta, ella se dirigió hacia donde yacía Jonás, tomo su mano y se concentró en transmitirle paz. Se aproximó a su oído y le susurro: -Estoy aquí, Jonás, yo te ayudaré a tejer tu traje y te cantaré mis canciones-. Sacó un pequeño bote de cristal que contenía un líquido denso como glicerina y que cambiaba de color y mojándose los dedos índice y corazón masajeó los ojos del enlazador.



<< Episodio anterior
Convalecencia
Episodio siguiente >>
Aceite de oniria



11 de septiembre de 2013

Convalecencia




Photo credit: Carlos Luna / Foter / CC BY


-Ha perdido mucha sangre. ¡Apresúrate, trae un poco de mausand y unas gasas limpias! 

Praix mantenía la mano sobre el pecho de Jonás obstruyendo la herida al tiempo que murmuraba un salmo que aprendió de niño. Sena trajo el ungüento y las gasas, le temblaba el pulso y palidecía de preocupación. Ella misma manejó el mausand con presteza y lo aplicó sobre la herida, una vez taponado el agujero limpió como pudo la sangre seca usando un par de gasas y solo cuando terminó su tarea preguntó a Praix por lo sucedido. -No puedo responder a eso, solo sé que una intuición me llevó a socorrerle. Hacía tanto tiempo que no pisaba Entremundos que el viaje ha sido casi doloroso, usé la magia de la empatía con las cosas y cuando llegué no tuve tiempo de empatizarme con el proyectil. Vi caer a Jonás y lo traje hasta aquí. Eso es todo. No puedo contarte más. Espero que el mausand funcione y que tu pregunta no se convierta en una incógnita irresoluble.

El mausand se fabrica con lanolina, hoja de ficus religiosa machacada y con veneno de serpiente cristalina en una dosis ínfima pero necesaria, sin este veneno mortal no sería más que una vaselina para la protección labial. La serpiente cristalina es un ofidio del tamaño de un dedo anular que habita exclusivamente las orillas del lago Kinshuó. El hecho de ser tan pequeña y de habitar en una zona tan restringida unido a su color casi transparente, aparte de convertirle en un animal peligrosísimo, su veneno es tan fuerte que paraliza el cuerpo de un elefante en menos de 2 segundos y le provoca la muerte en el tercero, hacen que conseguir su preciado y temido veneno sea muy difícil. El mejor cazador de serpiente cristalina no atrapa más de 3 por año, aunque cazando un solo ejemplar se podría vivir tranquilamente sin grandes lujos un par de años, si no te muerde, claro; por lo general estos cazadores llamados Totes no suelen llegar a viejos. La mezcla de ficus religiosa y veneno de cristalina funciona como un potente astringente y magnífico analgésico además de otras propiedades curativas. Praix se retira en busca de unas mantas y Sena se queda al cuidado de Jonás tomándole de la mano, canta una de sus canciones y una lágrima que ella no percibe cae por la mejilla del enlazador. Praix vuelve, arropa con cuidado a Jonás y le pide a Sena que salga de la habitación y que trate de descansar, que esta noche hará guardia él y mañana la hará ella. Sena quisiera rebatirle y decirle que descanse él, que estará cansado del viaje… Pero se despide y cierra la puerta con cuidado. Praix vuelve a murmurar sus salmos curativos y la noche y el sueño lo atrapan con sigilo.



<< Primer episodio
El disparo
Episodio siguiente >>
Dentro del cubo

6 de septiembre de 2013

El disparo



Photo credit: ArmandoH2O / Foter / CC BY


Hay miedos que te hacen errar y cuando llegan en milésimas de segundo como diablos enfurecidos o, peor aún, como indecisión o excusas y titubeos, entonces pasa: ahí se produce el error e irremediablemente yerras (y ya se sabe que el error se forja en hierro). No tienes escapatoria posible, el mundo gira y se convierte en una lavadora gigante que centrifuga y te marea y le echas la culpa de todo y vomitas la hiel, el alma y hasta el pelo. No hay escapatoria posible, acabas de meter la pata y ya está; el mundo gira pero tú no deberías darle más vueltas. Pero se las das. Por eso eres lo que eres: un pequeño mundo que da vueltas dentro de otro mundo.

Mi nombre es Jonás, me encuentro en Entremundos y me acaba de alcanzar un disparo. Yo sé que estoy muerto, sin embargo Praix me dice que no sienta bobadas. Me pone una mano que se vuelve carmesí en el tórax y me sonríe. -¡Vámonos a Járiga, amigo, tengo muchas cosas que contarte, no sabes cómo… Bueno, vente y te lo enseño!

Confío en él, me cae bien. Cierro los ojos y me dejo ir.



30 de agosto de 2013

Enamorarse de la pérdida III (Helena)





Photo credit: Brandon Christopher Warren / Foter / CC BY-NC


-¡Perdona, perdona!- se excusó diligente-.Ya te traigo argo pa limpiarte, ¡qué desa’tre, por dió’! Ya me perdonará’, cariño, iba pensando en no sé qué y… ¡Qué desa’tre, qué desa’tre! E’pera que vengo ahora mimmo con un poco de papé’ y te seco.

Iba un tanto despeinada, y la cara de preocupación mezclada con cierto porcentaje de culpa y algo de guasa por su propia torpeza me llevaron al delirio de las que imaginan ver a un ángel. Regresó con un andar de araña de largas extremidades y un hilo de seda que quería tejerse en mi corazón como prendido del aire. ¿Cómo no enamorarme? Fue tocarme con aquel papel para limpiarme el café derramado sobre el pecho y caerse el muro de Berlín que separa mi sexualidad. Noté una marea de verbos lascivos agolpándose en mi mente y un olor de carnes creciendo sin raíces, como flotando. Rosas en estanques árabes, hortensias en el pecho, serpientes enredándose en los tobillos. Ella, seria y afanosa, se esmeraba en una guerra sin victoria para eliminar aquella mancha mientras que yo solo pensaba en que me tocaba las tetas y la electricidad me encendía como un sol de siesta y sudor. Empecé a incomodarme con la situación, le pedí por favor que no se preocupara, que había sido un accidente y que ya la metería en la lavadora cuando volviese a casa, cosa que haría enseguida. Ella: -Lo siento de vera’. Jo, e’ una camisa tan bonita. De verdá’, perdóname. Ya sé… E’pera.

La observé alejarse hacia la barra y me sorprendí valorando su culo mientras ella hablaba con la camarera. Me excitaba y preocupaba sobremanera este nuevo abanico de sensaciones. Varias fantasías de corte erótico habían poblado mi mente en poco rato, me encantaba su cuerpo, su cara, su sonrisa, su energía, su sola presencia. No podía dejar de observarla mientras gesticulaba y mantenía una animosa conversación con la camarera, casi me parecía sentir un atisbo de celos. Solo la vibración del móvil logró sacarme de mi preocupante obsesión. Era un güasap de mi hermano Gerardo al que hacía más de cinco meses que no veía. Me decía: “Renata, hermanita guapa, llegué ayer a la vieja Iruña. Tengo garnicas de verte. Voy a ir esta noche a cenar con los viejos sobre las 9. ¿Vienes? No digas que no. Tengo que daros una sorpresa.“
Iba a responderle cuando la chica linda regresó. -Toma -me dijo, entregándome un post-it amarillo-, e’te e’ mi número. Lleva la camisa a la lavandería o compraté una nueva. Luego me llama’ y me dice’ que tacottao, que yo te lo pago. Y oye, si no quiere’ que te pague na, por lo meno’ llámame y te invito a un café. Prometo no echártelo encima. Pero llamaré, por favó’.
Y diciendo esto exhibió una sonrisa que junto a su acento andaluz hizo que se me cayera el tanga a los tobillos y se marchó. Miré la nota: Helena (con H, no lo olvides) 609548962.

No pude quitármela de la cabeza en todo el día. Llegué a casa de mis padres antes que mi hermano. Mi madre ha perdido mucho oído y hay que gritarle; mi padre tiene un mal genio que no hay quien lo aguante pero hoy está de buenas. Siempre he pensado que mis padres son la pareja perfecta: mi madre tapia y mi padre gritón, como hechos a conciencia. Mi hermano llegó sobre las nueve y cuarto. Resumo brevemente la velada: Nos anunció que se casaba, que se habían conocido en Londres y que se habían enamorado perdidamente. Todo lo demás te lo puedes imaginar, para qué contarlo. Basta con que te diga que el nombre de la novia se escribe así, con hache.


24 de agosto de 2013

Enamorarse de la pérdida II (La chica linda)




Photo credit: 'J' / Foter / CC BY-NC

¿Qué cómo me enamoré de la chica linda? No lo sé. Admito cierta tendencia al deseo visual por la mujer pero me gustan los hombres. Así que esta irrefrenable enajenación transitoria e imparable me sorprende y contradice. Me está removiendo las entrañas del sentir, del pensar, como si me hubieran puesto de pinche de cocina con el encargo de mover con un cucharón de palo una sopa exótica y observara los tropezones flotando sin saber qué son (yo y mis ejemplos…). Pero algo así es lo que siento, noto flotar dentro de mí cosas sin nombre, sensaciones y emociones solo definidas por aproximación a lo que ya aprendí a través de la experiencia. Y claro, los miedos se filtran como agentes dobles dentro de mi imaginación, juegan a suponer situaciones futuras irresolubles en las que soy el blanco de la prensa rosa del barrio, esa que tiene montada la editorial en la peluquería y equipos de redacción en el resto de comercios: pescadería, carnicería, frutería… Como si todos los lugares que terminan en -ría en realidad formaran parte de una conglomeración de locales interconectados donde se puja o se decide el valor bursátil de la reputación de los vecinos. Ni qué decir tiene que mi reputación imaginada está catalogada como bono-basura. Por otro lado como los miedos se comportan como agentes dobles, los muy perros meten cizaña también en la ensoñación contraria, esto es: Me veo caminando por el barrio orgullosa y segura de mi misma como una especie de Agustina de Aragón, haciendo caso omiso de los múltiples cotilleos que provoca mi forma de ser y de vida. Si alguien se atreve a cuestionarme de tú a tú tengo un abanico de respuestas seguras y demoledoras, respuestas que años más tarde en cualquier libro de historia quedarán reflejadas como un antes y un después en el devenir de las civilizaciones. Estos miedos infiltrados de agente bueno son los peores, me hacen sentir como si fuera Luma Lynai, me cargan con una responsabilidad tan enorme que suena a imposible y al final ganan por factibles los agentes chungos. Así que mis miedos son como una especie de lobby del entertainment que intenta sacar sus películas al mercado aunque eso conlleve el desgaste de sí mismo. Y lo conlleva, ya te digo yo que lo conlleva. Una vez sin ir más lejos decidí ir yo sola a ver una película, de camino al cine me vi tan desdichada, sola en la sala, llorando a moco tendido como una energúmena, o como una poseída que es lo mismo, no sé porqué la palabra energúmena la asocio a gorila, orangután; en fin, que me voy… Me vi tan, tan desdichada que cuando llegué a la taquilla con los ojos como el corazón de tanto llorar me sentí peor aún y en la mirada de la taquillera vi refulgir el odio, un odio antiguo de desposeída, de despecho.  Como un conocimiento divino supe que a esa chica la acababa de dejar su novio y que ésta estaba segura de que la causa del fin de su relación era que su novio se había enamorado de mí. Le pedí perdón por todo (aunque no conocía a su chico) y no esperé siquiera su respuesta, huí de allí corriendo y llorando. Mis miedos controlan mi imaginación y eso me separa del mundo.

Pero te seguirás preguntando cómo me enamoré de la chica linda. Me tiró una taza de café bien caliente en la blusa por accidente, así sucedió, así me enamoré. No es de extrañar, porque el amor quema, deja huella y te pone en funcionamiento. Qué mejor alegoría que un café derramado sobre mi pecho.




18 de agosto de 2013

Enamorarse de la pérdida I (Renata)



Photo credit: Lucy Nieto / Foter / CC BY-NC-SA


Aquella niña que fui nada tiene que ver con lo que soy hoy. Lo único que se ha mantenido a través del paso de los años, lo único que sigue definiendo mi personalidad son los miedos y fracasos amontonados como estiércol; incoherentes y duros, ahora que los miro con retrospectiva, como un Miguelángel esculpido por Dalí. Todos esos miedos y fracasos están fabricados con aquello que jamás conseguí, con la esperanza y el anhelo que justifican mis excusas por no ser mejor persona, lo que yo considero ser mejor persona. O lo que es peor, con la esperanza y los anhelos que justifican mis excusas por no llegar a ser lo que soñé ser. Y eso es enamorarse de lo no conseguido, ¡qué triste! Ni siquiera de lo perdido sino de lo no conseguido. Es como enamorarse de Harry Potter, pura fantasía. Mi gran problema es ese, la imaginación: Me creo y me creo, aquí no hay redundancia, mis propios miedos.

Mi vida vivida, o sea, la que ya pasó, está llena de días olvidados. Si alguien me hubiera enseñado a hacer desde niña lo que hace Eukene todas las noches creo que mi personalidad sería distinta. Seguiría teniendo miedos pero mi relación con el entorno no sería tan huraña. Después os contaré qué es eso que hace Eukene, yo lo llamo, qué original soy, “El camino Eukenil”. Retomo mi relato, iba diciendo eso de los días olvidados… Pues esos días sin importancia aparente son los que llenarán el grueso de mi existencia. Son como los hilos tejidos de un guante, que podían haber sido cualquier otra prenda: una bufanda, un gorro, un anorak o un calcetín; pero no, son un guante. Pues eso, que esto de los ejemplos nunca ha sido lo mío, lo que quiero decir es que esos días forman mi vida y en este momento son medio guante. Sé que os estoy perdiendo mucho con el ejemplo del guante pero es que es necesario para que entendáis que no sé explicarme tan bien como quisiera. A ver, lo aclaro: Ningún día vivido es en vano porque todos irremediablemente te llevan al mismo lugar, al interior de un guante de lana para guarecerte del frío, el guante de tu nicho. Es por eso que me acabo de enamorar de la pérdida, porque todo lo que vamos adosando a nuestras vidas no es otra cosa que el miedo a la muerte, que imaginamos que es como un frío invernal y nos vamos protegiendo de ella. Y así dejamos de vivir el presente y caemos en la trampa de nuestra debilidad con seguros de vida, hipotecas, casamientos… ¿Y cuál es nuestra debilidad? Fácil: El grandioso terror a dejar de ser. Tan fácil es descubrir nuestro punto flaco, es aquel en que la muerte no tiene cabida. Nuestro ego es tan increíblemente fuerte que se ve capaz de contar qué se siente después de morir y separarse de su actual cuerpo, así es de ego-ísta que se cree más que su carne. De ese egoísmo se alimentan las religiones, con motivo y razón, opino.

A estas alturas no puedo echar hacia atrás para sintetizar todo este rollo en el que me y os he liado, tan trascendental yo y tan confusa. Mi gran problema en este momento no es todo este asunto de la muerte sino que me he enamorado de una chica. Es una delicia, un amor, pero como os decía al principio me creo y me creo mis miedos. Por cierto, me llamo Renata, tengo los ojos grises y el cabello largo y negro. ¡Ah, no soy brasileña!




13 de agosto de 2013

¡Jehoví, Jehová!



Photo credit: Zé Pinho / Foter / CC BY-NC-SA


La semana pasada decidió cambiar la puerta de entrada del piso por una de seguridad con triple cierre. En estos últimos meses se veía muy atenta a las señales que le enviaba el universo y aquel montón de cuartillas publicitarias de una empresa de cerrajería en el buzón no podían significar otra cosa: Debía cambiar la puerta. No era la única de las señales de las que se había percatado, estaba aquella equis marcada junto al botón de su portero automático y las asiduas visitas de los Testigos de Jehová, que según sus paranoias, como decía su amiga Azucena: ¡Que estás paranoica!, son comandos de avanzadilla enviados por los asaltantes. Y son por lo tanto los que con dos o tres visitas, y la misma cantidad de negativas a su predicación por lo general, elaboran el perfil de la víctima, marcan el portero y evalúan la seguridad de acceso al edificio y a la vivienda. Laura había cometido el tremendo error de recibirles en la misma entrada un aburrido sábado que parecía no terminar nunca. Al abrir la puerta un hombre de unos cincuenta, robusto y calvo, con camisa blanca de rayas color Bic azul junto a una mujer algo mayor que él, con gafas demasiado actualizadas para su edad y una rebequita de punto beige le sonreían de manera tan cordial y calurosa que bajó la guardia y abrió de par en par. Y sin saber cómo, de pronto, estaban los tres moviendo la cucharilla de unos cafés en el salón. Hablaron de la palabra de Dios e intentaron solventar dudas tipo párvulos solo resueltas por mediación de la fe, hubo momentos de tensión y de risas. El hombre, que decía llamarse Ernesto Arilla, fue al baño y media hora más tarde lo hizo Soledad Funes. Ambos, Ernesto y Soledad, se deshicieron en halagos por la atención y el tiempo compartido y dieron por hecho su próxima visita. Fue el sábado siguiente a la misma hora, esta vez Laura les dijo que no podía atenderlos hoy, que tenía prisa y que otro día sería. El siguiente sábado simuló no estar en casa. Después no volvieron más pero el portero apareció marcado con una equis.

La puerta de seguridad pese a estar en oferta le ha costado un potosí. Hoy es el día, Laura espera y suena el portero, abre, escucha el ascensor en su rellano y llegan los carpinteros. Creo que ya nos conocemos… Pero hoy soy como San Pedro, le dice Ernesto Arilla mientras sonríe cordialmente.

4 de agosto de 2013

Diego e Iván (Utopías)





Photo credit: lu6fpj / Foter / CC BY-NC-SA


-No creí que esta serie de despidos me fuera a pesar tanto. No te he contado lo peor, además del rechazo de mi amigo dos personas se han quitado la vida, supongo que a causa de su edad pero solo supongo… ¿No podían haber aguantado un poco más? ¿No era suficiente con la indemnización y la cobertura por desempleo de dos años? ¡Se ve que no!
¿Sabes cómo se perpetúa en ralentí la culpa? Yo sí. Es el mismo ruido que subyace en el silencio de las ciudades o en las cercanías de una central eléctrica, un murmullo contaminante que la mente ignora y que envilece el corazón de pura tristeza. Sé que te has percatado de que escondo algo en la mano izquierda. Esto que guardo hace que me excite, como bien puedes observar. Pero no es el objeto en sí, sino el poder que encierra el que me provoca. Tú eres mi elegido, aceptaste el pago y con él los hechos, ahora dime, basta con que muevas la cabeza: ¿Quieres complacer mi fantasía?

Maniatado y asustado los pensamientos de Iván dan vueltas y vueltas en una gran rotonda sin elegir ramal de salida. La meada hace que la piel se le irrite contra el pantalón, le duele la mandíbula y la columna. Le gustaría retroceder en el tiempo y rechazar la llamada que le hizo Diego, tenía que haber sido más precavido pero tal cantidad de dinero… Si antes intuía que esto no era un juego, el hecho de ver sus muñecas vendadas y sangrantes lo precipitaba a una confirmación sin dudas. ‘¿Me ha preguntado si quiero complacer sus fantasías? Claro que no, cómo voy a querer. Pero ¿tengo otra opción?’

La cabeza de Iván asiente y Diego interpreta resignación en su lenguaje corporal. Eso le gusta, le gusta sentirse poderoso y tener la capacidad de transmutar las decisiones personales en contra de lo que el individuo desea. Comienza a masturbarse a los ojos de ese ser anulado que tiene delante, sabe que aún puede hundirlo más. Está tan excitado que no tarda en eyacular, lo hace sobre la cara de Iván. Seguidamente se postra de rodillas frente a él. -¿O sea, que quieres complacer mi fantasía, verdad? Maldito embustero… Está bien, lo harás. Como puedes comprobar te sangran las muñecas. Tranquilo, tardarás mucho rato en desangrarte, te ajusté bien el vendaje. Ahora, vas a contemplar la segunda parte de mi fantasía. Si hay algo que me excita es la perspectiva, imaginar qué pasará. Me gusta más imaginarlo que verlo. Así que sobre esa base complacerás mi fantasía. Voy a imaginarlo mientras tanto.

Se acerca hasta el altavoz y sube un poco el volumen. Se sienta en el borde de la bañera y pasa la mano sobre el agua. Sin decir nada se mete dentro de la bañera, se reclina hacia atrás y exhala una nota de placer. Vuelve la cabeza hacia Iván y lo mira durante unos minutos, luego le dice: Me excita la perspectiva de saber cómo saldrás de ésta, si intentas levantarte de la silla, te asfixiarás a ti mismo; si no haces nada te irás desangrando tan lentamente que no sé si morirás antes desangrado o de sed y además no puedes gritar para pedir auxilio. Pero estoy seguro de que al final conseguirás salir de este embrollo, y esa es mi fantasía. Te lo diré mejor: Mi fantasía es imaginar que lo consigues.

Diego muestra el objeto escondido en su mano izquierda, le satisface el cambio de expresión en el rostro de Iván, y sin más se raja ambas muñecas. El agua de la bañera se tiñe mientras que Diego sonríe plácidamente.



28 de julio de 2013

Diego e Iván (Posiciones)





Photo credit: Mikel Belza Guede / Foter / CC BY-NC-SA


Cabello oscuro y ondulado, parece difícil de dominar. Barba de dos días, quizá tres. Un oasis de pelo a la altura del esternón. Hombros anchos y proporcionados. Muy serio. Brazos caídos. Esconde algo en la mano derecha, lo esconde sin disimulo, es algo pequeño. Con mucho cuidado para que no vea qué es se lleva ambas manos al cinturón y lo desabrocha con tranquilidad, lo va sacando por cada trabilla con una untuosidad que pareciera agitar la lengua de una vaca. Sus ojos se encienden con el vacío de las almas oscuras y me transporto a una infancia de monstruos y fuego eterno. Apenas si puedo gemir con esta bola en la boca, está demasiado ajustada, me obliga a mantener la mandíbula abierta y en tensión y me cuesta cada vez más mover la lengua para tragar saliva. En realidad, creo que me cuesta tragar saliva porque mi boca es un desierto. Diego me sigue mirando con su ausencia incluso de infiernos, es paralizante. Deja caer el cinturón. Creo que voy a mearme encima, no aguanto más. ¡Qué humillación! Se está riendo a carcajadas. Quisiera matarle.

Sale de la habitación de nuevo, se oye el ruido de una puerta y un chorro de agua. Los tacones de sus botines crean un sonido cada vez más cercano. Trae una venda mojada y un trozo de cuerda. Me dice que va a soltar mis manos de la silla y que antes debe asegurarse de que no voy a cometer ninguna estupidez. Según me va relatando antes de soltar la lazada de mis muñecas va a pasarme otra por detrás de la silla desde el cuello a los tobillos de forma que si intento levantarme acabaré morado y con gesto burlón. Le hace gracia lo que dice. La cuerda me hace algo de daño en los tobillos pero en el cuello ha dejado algo de holgura. Se mueve tras de mí como un peluquero macabro. Todo se oscurece.
Me dice que esté tranquilo, que en un momento me quita el saco de la cabeza. Me suelta las manos, creo que se pone frente a mí. Toma una de mis manos y extiende el brazo con la palma hacia arriba. Intento mantenerme tranquilo. Noto algo de dolor y seguidamente me venda la muñeca con algo húmedo. Hace lo mismo en mi otro brazo. Ambos brazos vuelven a quedar unidos, esta vez por delante. Sale de la habitación, arrastra algo por el suelo, trae cosas, entra, sale, agua de nuevo, silba una canción que conozco y no identifico. Después de un largo rato de ajetreo todo queda en silencio, después de un largo tiempo de silencio suena música y ésta hace que se me ericen hasta las uñas. Me quita el saco.

Es “Insula poética”, de Joan Valent, me dice. Quisiera responderle que no tengo ni idea de quién es pero no puedo, en primer lugar por la incómoda bola y en segundo lugar por la imagen que ven mis ojos: Diego desnudo frente a mí con la polla dura y serio como un funeral. Tras él una bañera de algún material transparente, elevada del suelo por cuatro patas doradas que parecen garras de águila, y llena de agua caliente hasta algo más de la mitad. La música proviene de un iPhone conectado en el centro de un gran altavoz de diseño elegante. A los pies de la bañera una manguera de riego crea en el parqué un pequeño charco de agua. Tengo una proposición para ti, me dice. Me dispongo a escuchar, qué remedio.





21 de julio de 2013

Iván (Un pasito antes)





Photo credit: Gustavo Thomas / Foter / CC BY-NC-ND

Diego lo agarró del pelo tirando de su cabeza hacia atrás. Le fascinaba la nuez de Iván y aunque no le permitiría hablar todavía sabía que en ella se encontraba el secreto de su profunda y varonil voz. No había cosa que más excitara a Diego que someter a silencio rasgo tan masculino como aquél. Iván supo ocupar con desenvoltura el lugar de sometido al que era destinado y jadeó con la mandíbula entrecerrada en respuesta al tirón de pelo, cerró los ojos y apretó los dientes al tiempo en que disminuía el espacio entre jadeos y aumentaba la intensidad de su sonido. Sus ojos eran pardas piedras incandescentes que amenazaban con abrir heridas de solo mirar, pero era una pose estudiada, ningún odio real crepitaba en ellos. Y Diego lo sabía, notaba como su prostituto se dejaba llevar al juego y esa actitud hacía manar de él una mezquindad jamás antes experimentada. Asió la madeja de cabello negro y apretó con violencia, Iván ahogó un grito que quedó como un rugido al que siguió un susurrado hijodeputa con los dientes prietos. -¡Te he dicho que no abras esa bocaza de mierda, nenaza!-. Soltó la mano, llevándose algunos pelos entre los dedos, y mientras Iván sentía alivio en la tensión de su cuero cabelludo le arreó un bofetón que lo tiró al suelo junto a la silla a la que estaba amarrado. Un babear de sangre y silencio fue lo que ocurrió en Iván a continuación. Y a Iván le quedó claro callar. Diego se desabrochó la camisa.

-No te voy a pedir disculpas esta vez, ya te lo había advertido antes y no has querido hacer caso. ¿Acaso crees que esto es un juego? Yo no pago para jugar, querido. ¿Sabes? Creo que es hora de coger lo que es mío, de disfrutar lo que me da placer.


La habitación se ilumina con el filtro azulado de las cortinas y el sol de la tarde. No hay más muebles que la silla y una camilla de masajes plegada contra una pared. Los botines de Diego martillean el parqué mientras se aproxima al lugar donde un chico de 22 años se descubre, a pesar de la situación, pensando en lo limpio y cuidado de aquel calzado. No podía moverse y la caída amortiguada sobre el brazo derecho se lo había dejado entumecido. Notó como el núcleo terrestre luchaba por mantenerlo en el suelo hasta que logró ver aquellos negros botines a vista de pájaro. Alzó la cabeza y miró prudentemente a la vez que asustado a aquel hombre tan extraño. Éste le metió una especie de bola dentro de la boca y se la sujetó con unas gomas que salían de ella, tirante, por detrás de la cabeza. Los botines salieron de la habitación. El tiempo transcurre difuso y agobiante mientras el sentido del oído de Iván trabajaba con ahínco y curiosidad en cualquier señal perceptible. Agua de grifo, silencio, ¿un interruptor?, agua de nuevo, pasos, ¿qué será eso?. 

Un puñal de incertidumbre agujerea su estómago, se retuerce en la silla y fuerza sin éxito el nudo que casa sus muñecas. Iván comienza a sentir verdadero miedo. Diego cierra la puerta tras él.





14 de julio de 2013

Ivan (Mucho antes de matar)





Photo credit: Mario Martí / Foter / CC BY-NC-SA


Diego no tenía intención de reparar en el nombre de aquel joven que sentado, atado y frente a él había aceptado formar parte de su juego por un precio digno. Ese chico, Iván a elección de sus padres, jamás se había hecho a la idea de cobrar por este tipo de servicios. Se prostituía, sí, pero era la primera vez que se hallaba en esta situación tan, como luego la definiría él, “mogollón de rara”.

Iván pertenece a ese sector de la población que se encuentra apenas a un escalón de la clase media. Es guapo e inteligente, dotado por la naturaleza de un cuerpo sofisticado y atractivo, si hubiera nacido en otra cuna desempeñaría de lujo la labor que alguien con esa suerte estaría ahora mal desempeñando pero es muy difícil escapar al estrato social, y después de muchos fracasos Iván se prostituía con el fin de pagar sus estudios de ingeniería. Se consideraba a sí mismo un gran observador, dotado de una inteligencia social muy concreta y fiable. Solía decir que el éxito de sus cualidades tenía mucho que ver con su particular facilidad para distinguir “al otro”. Y era ese don social el que le hacía sentir una gran seguridad en sí mismo, tanta como para aceptar la proposición de Diego. Intuyó su pena, su desdicha y su necesidad de aliviar la culpa mediante alguna perversión erótica, no intuyó en cambio los peligros de los monstruos escondidos en las almas resentidas y cobardes. Y Diego era una de ellas.

No era mucha la gente de su alrededor que conociera su profesión “clandestina”, Iván estaba casi seguro de poder catalogar a estos pocos en dos tipos, que por otra parte eran suficientemente fiables a la hora de mantener la boquita cerrada, sus compañeros y sus clientes. Entre sus compañeros había algunos como él, que no eran necesariamente homosexuales, simplemente se sabían, más por experiencia que por orgullo o excusa por encima de la esclavitud moral que atosigaba al 98 por ciento de su clientela. Estos compañeros suyos y él se enorgullecían de su talante hedonista y de la libertad moral de la que hacían bandera. Y ciertamente así era la realidad de sus acciones y vidas, más dogmatizadas por la naturaleza a la que consideraban verdadera palabra de Dios que por cualquier Dios mismo, ya que ese ser omnipresente debía hablar en todas las lenguas de los seres vivos y no solo en el lenguaje del ser humano.

Luego estaban los clientes, a los que solía definir como seres atormentados. La gran mayoría de ellos encontraban en estos servicios el verdadero placer de su existencia pero una vez acabados se entregaban de nuevo al-qué-dirán, a sus vidas comunes e insatisfactorias, y los sumergían en prisiones internas junto a su vergüenza de ser. Iván sentía tanta pena por sus clientes que en ocasiones se juzgaba fieramente, en su dolor quedaba el rastro de la sospecha de estar aprovechándose de minusválidos morales. Entre sus clientes habituales, a nadie le extrañaría, se encontraban hombres con una imagen que cuidar, a saber: sacerdotes, políticos, jueces...





7 de julio de 2013

Diego (Pisando su fin)





Photo credit: ruurmo / Foter / CC BY-SA

Te ahorraré mis teorías sobre esta crisis de mierda o, mejor aún, te las resumiré como si se tratara de los mandamientos, en solo una idea que las englobe. “Deja que la presa se acerque al cebo, que se alimente hasta saciarse, trátala con cariño, hazle caricias... Y solo cuando hayas conseguido su confianza la matas, pero poco a poco para que no dé crédito.”
Eso es esta puta crisis, la consecuencia de años consumiendo aditivos no controlados en los alimentos, de años experimentando con drogas nuevas para la diversión, contra la depresión, la hiperactividad, la falta de atención, contra cualquier otra enfermedad. Somos los hijos de aquellos que querían cambiar el mundo por el peso de la razón lógica y se toparon con que aún la religión es más fuerte incluso que la verdad de Dios, los hijos de los que quisieron cambiar el mundo y como no sabían qué cambiar fueron tocando todos los botones. Perdona, lo siento, te he dicho que no iba a entrar en mis teorías y hasta aquí. ¿Te encuentras bien? ¿Quieres agua? ¡Qué no hables! Basta con que afirmes con la cabeza. Toma, bebe, más despacio que… ¡Uf, perdona, ya se secará!. Continúo: Examiné uno por uno cada uno de los trabajadores en preferencia para salir, porque como imaginarás siempre están los intocables, de entre todos ellos mi amigo tenía condiciones que valoré adecuadas para prescindir de él: Tiene una carrera de ingeniería industrial, lo conozco, es inteligente y capaz de mantener una conversación fluida en muchas áreas distintas, es habilidoso con las manos, hace deporte y cuida su alimentación y su imagen personal, le gusta el teatro y la literatura, está divorciado, amantes no le faltan, le quedan apenas tres años de hipoteca y no tiene hijos. Lo sé, tengo más datos de los necesarios pero coincidirás conmigo, no hace falta que hables, en que con esas condiciones de vida tiene más posibilidades de salir adelante. ¿No es así? Claro que es así. Casi el noventa y cinco por ciento de los que han ido a la calle son responsables de una familia y cerca del setenta por ciento no tienen ni el bachillerato. Sí, ya sé que eso no es vara de medir las cualidades y, menos aún, la calidad de un trabajador pero en un currículum sí, y a no ser que tengas contactos…

Confío en tu inteligencia para no tener que seguir dándote más datos, a estas alturas te harás cargo de cómo debo sentirme. Tienes un rostro muy bello y la reticencia con la que me miran tus ojos no hace más que acentuar ese efecto. Coincidirás conmigo en que la belleza está por encima de la sexualidad y que ésta última tiene cierto complejo de inferioridad ante ella, por eso tiene como último fin poseerla o pervertirla. Para que te hagas una idea de lo que va a ir ocurriendo a partir de ahora te diré que tú eres la belleza…