Bide lainotsua duzu hemendik aurrera.
Así debe de ser estar ciego en la mañana que sigue a un bello sueño. Así debe de ser eso de estar muerto.
Sólo me asomé al borde de la negrura pacífica de mi alma, puedes creerme.
Un vértigo de corto recorrido, semejante al trayecto de uno de los lados de un trapecio, me asoló por un segundo.
Si hubieras sentido tal destrucción en tan poco espacio de tiempo, habrías comprendido el insensato desastre que causa sentirse solo.
Sísifos escarabajos peloteros arrastrando esféricas de acero, algo así fue la sensación. Pero se terminó de pronto, no de repente, sino de pronto; y me dejó un sabor metálico cayendo por las encías y el caramelo amorfo de la inseguridad pegado a las muelas. Y a mi corazón lo descubrí tiritando como un cachorro empapado.
Ya lo he oído muchas veces, lo dicen a menudo por ahí, sobretodo cerca de donde ha sucedido una calamidad. Dicen: “Ha sido cosa de un segundo y...”
Ese es todo el tiempo necesario para voltear cualquier cosa porque ¿sabes? los sentimientos, las sensaciones e incluso los presagios no dejan de ser cosas, objetos que pululan alrededor nuestra ornamentando el ser. ¡Qué segundo más negro viví, querido Praix!
Hace tiempo que no nos vemos, ¿verdad?
Recuerdo que la última vez te hablé de la chica silenciosa, de Alhadira. Y hoy, ya ves, de mis oscuros miedos sin nombre. Con lo que jugamos tú y yo cuando pequeños por los caminos de Járiga, ¿te acuerdas?
-Claro que sí, Jonás, pero ¿tanto fue el vértigo que sentiste? -me preguntó Praix sin poder disimular su acento de Ílade.
-Tanto fue, amado Praix, tanto fue.
-¿Y no te has alegrado de sentir todo ese abismo?
-¿Alegrarme? Claro que no. No sé, Praix, quizá no supe llegar a ti con mis sensaciones.
-Sí que has llegado. Perfectamente. Si es tanto el abismo que me has hecho sentir es que debes caminar por firmes muy altos. Jonás, ven, dame un abrazo y caminemos juntos tierra adentro, hay días en los que es mejor no saber a qué altura se anda. Te quiero mucho.
Sólo me asomé al borde de la negrura pacífica de mi alma, puedes creerme.
Un vértigo de corto recorrido, semejante al trayecto de uno de los lados de un trapecio, me asoló por un segundo.
Si hubieras sentido tal destrucción en tan poco espacio de tiempo, habrías comprendido el insensato desastre que causa sentirse solo.
Sísifos escarabajos peloteros arrastrando esféricas de acero, algo así fue la sensación. Pero se terminó de pronto, no de repente, sino de pronto; y me dejó un sabor metálico cayendo por las encías y el caramelo amorfo de la inseguridad pegado a las muelas. Y a mi corazón lo descubrí tiritando como un cachorro empapado.
Ya lo he oído muchas veces, lo dicen a menudo por ahí, sobretodo cerca de donde ha sucedido una calamidad. Dicen: “Ha sido cosa de un segundo y...”
Ese es todo el tiempo necesario para voltear cualquier cosa porque ¿sabes? los sentimientos, las sensaciones e incluso los presagios no dejan de ser cosas, objetos que pululan alrededor nuestra ornamentando el ser. ¡Qué segundo más negro viví, querido Praix!
Hace tiempo que no nos vemos, ¿verdad?
Recuerdo que la última vez te hablé de la chica silenciosa, de Alhadira. Y hoy, ya ves, de mis oscuros miedos sin nombre. Con lo que jugamos tú y yo cuando pequeños por los caminos de Járiga, ¿te acuerdas?
-Claro que sí, Jonás, pero ¿tanto fue el vértigo que sentiste? -me preguntó Praix sin poder disimular su acento de Ílade.
-Tanto fue, amado Praix, tanto fue.
-¿Y no te has alegrado de sentir todo ese abismo?
-¿Alegrarme? Claro que no. No sé, Praix, quizá no supe llegar a ti con mis sensaciones.
-Sí que has llegado. Perfectamente. Si es tanto el abismo que me has hecho sentir es que debes caminar por firmes muy altos. Jonás, ven, dame un abrazo y caminemos juntos tierra adentro, hay días en los que es mejor no saber a qué altura se anda. Te quiero mucho.