23 de febrero de 2012

El beso



Antes de que su mano se convirtiera en la planicie de una meseta, hubo formado, uniendo la punta de sus dedos, un tulipán rosado; en su vértice posó los labios como dos ocasos y lo besó, luego sopló su mano abierta con un rayo de viento y dejó media sonrisa colgada para siempre en mi memoria. 

Se dio la vuelta como una puerta giratoria, desenfocó la vista un segundo -esto me lo imagino- y se fue acabando conforme la calle se alejaba. 



Dibujo de María Pan




14 de febrero de 2012

Lo que nadie podrá ver



Imagen de Robert Aichinger (Stock.xchng)


Una capa de quince centímetros de nieve impide que se escape el calor de la tierra. Cada pisada parece que arrugara un papel. Caminan en silencio y cuesta arriba. El viento porta alfileres de agua fina.

Hoy es un día especial: se puede ver el viento.

Planeando sobre ese mar de alfileres de agua fina, un esmerejón declina con una postposición su halcónica mirada. Son Jonás y Praix los que caminan en silencio y cuesta arriba hacia la cumbre de los Montes Perpetuos. 


Los ojos de los esmerejones son de color vino, vino profundo y negro, y en este momento se derraman sobre la copa emplumada de una pequeña presa, desconectándose de la visión de los dos amigos. Ya no hay nadie que pueda verlos subir hacia la cumbre. Nadie podrá contarnos su historia.

Claro que sí: el viento. Si fuera capaz de atravesar los pensamientos de Jonás nos diría que está agotado, que lucha continuamente por reemplazar su voz interior de abandono por su voz de supervivencia. Praix sin embargo en nada piensa, solo camina.

Praix ha estado mirando a través de los ojos del esmerejón, ha medido las distancias, visto desde el cielo los caminos, sentido el hambre de la rapaz y abandonado su cuerpo antes de que ésta se abalanzara sobre la pequeña bisbita que le sirvió de alimento. Praix no está cansado y ni siquiera tiene que luchar consigo mismo, porque Praix acaba de morir al abrigo de la blanca nieve. Acaba de matarlo todo lo que ha visto.

Jonás se gira. Emula una sonrisa de ánimo para su amigo. Praix se la devuelve. Todo lo que les rodea es blanco. Caminan en silencio y cuesta arriba. Hacia la cumbre de los Montes Perpetuos.

Pese a todo solo quieren caminar.
El mundo está en el camino. 

Sé fuerte, Jonás; le dice Praix a su amigo; y se desploma. 
El sol se posa sobre el estante del horizonte.


8 de febrero de 2012

La noche previa




Imagen de ELBRICH E (stock.xchng)


Anoche no pude conciliar el sueño. 
Mis pensamientos creían vivir en Abril, y así caían, mientras que mis ojos pedían las noches prontas de Diciembre.
Inquieto inquieto inquieto inquieto.


Tengo malas impresiones. 

¿Por qué tengo que ir a lugares tan fríos?
Praix no hace otra cosa que quitarle hierro al asunto, pero a mí me causa tanto dolor el silencio... 
Es un gasto inmenso de recursos, imagina tener que calentar tu cuerpo desnudo a tres grados bajo cero durante toda una noche. Eso es una barbaridad.

Pero he de hacerlo, he de caminar por esos fríos silencios. Y como dice Praix, aprender que todo lo que hace feo un silencio es, como en la música, la mala interpretación.

1 de febrero de 2012

De papel albal



Imagen de Leonardo Barbosa (Stock.XCHN)


Hoy parece que Dios ha envuelto el mundo en papel albal. Lo sé porque el cielo tiene el color mate del reverso de la lámina. Y no solo lo ha envuelto, creo que también lo ha metido en el congelador de los mundos porque hace un frío de dedos morados que se me está metiendo entre las todavía pequeñas arrugas de mi rostro. Arrugas que poco a poco se van haciendo más grandes.

Lo que más me gusta por la mañana es contemplar la cama deshecha, si eres paciente como las estatuas, bueno, no tanto, pero si eres un poco paciente, puedes escuchar la templada dicción del calor residual que dejan los cuerpos; también puedes ver los zigzagueos inducidos por el amor, por los sueños, por las pesadillas, por el insomnio. De ellos queda impreso en las sábanas su historial con caligráficas arrugas.

Por eso sé que las arrugas que bordean mis ojos se están haciendo más grandes. Se hacen inmensas con el llanto contenido y con la carcajada. Y como una cama bien hecha se quedan estiradas cuando me pongo serio o sin expresión. Así está el mundo en este momento, envuelto en una arrugada bola de papel albal; el mundo y tú, tú también. Te estoy imaginando. Y es que puedo contemplar la periferia de tus ojos sin que siquiera estés aquí. La piel de alrededor debió de arropar anoche tu mirada y hoy se te ha debido olvidar hacer la cama. No te preocupes, las arrugas son sutiles... ¿duermes acaso en sábanas de seda? Ya sé que no.

Tus arrugas me dicen que tuviste un sueño de aluminio y luna, de esos que tienen la luz difusa, esa luz que parece estar acompañada de niebla, ya sabes, la luz de los sueños. Me dicen que intentabas correr y correr porque tenías prisa por despertar. Así que dormiste poco. Eso se nota en aquella arruga con forma de uve invertida. Esa no, aquella, la que hicieron tus pies mientras corrías. Sí, lo sé, es una forma de hablar, ya sé que si hubieras corrido en la cama con solo dos zancadas habrías terminado en el suelo. Me refiero a tus sueños, a los arrugados, a los que cuando eras pequeña les dabas valor y ya han quedado caducos hasta para la memoria. Me refiero a esos sueños porque son lo que eres. Sobre ellos te despiertas todos los días, los miras con prisa o con la costumbre desatenta y entonces los sacudes, los estiras y les pones encima el edredón y la almohada bien colocada. Por último, le pasas las mano y alisas toda la superficie, no vaya a ser que quede alguna arruga.