Antes de que su mano se convirtiera en la planicie de una meseta, hubo formado, uniendo la punta de sus dedos, un tulipán rosado; en su vértice posó los labios como dos ocasos y lo besó, luego sopló su mano abierta con un rayo de viento y dejó media sonrisa colgada para siempre en mi memoria.
Se dio la vuelta como una puerta giratoria, desenfocó la vista un segundo -esto me lo imagino- y se fue acabando conforme la calle se alejaba.
Dibujo de María Pan |