26 de septiembre de 2010

Encinto, el chico de piel transparente



Encinto tiró con fuerza del padrastro 
que había en su dedo corazón. 
Se arrancó la piel de cuajo. 
Anduvo mucho tiempo sujetando 
sus entrañas, que siempre se le caían, 
hasta que un día 
se volvió a enamorar.

17 de septiembre de 2010

Jonás se pierde en Entremundos

Jonás es silencioso y observador como un halcón. En los últimos meses lleva arrastrando una pérdida que no puede encajar bien. No es la muerte de un ser querido, ni siquiera es la muerte de nadie, pero es tan aproximado el sentimiento que a veces piensa que él mismo se ha convertido en una presa de agua: acumula todo ese dolor y sólo puede ir liberándolo, poco a poco, a un antiguo cauce transformado. Al mismo cauce de siempre.


Jonás conoció a la chica silenciosa en uno de sus viajes a “Entremundos”. La Niña-Reina siempre le encarga trabajos en ese lugar por su condición. Jonás es el mejor enlazador de Járiga.  


Enlazar no es tarea fácil. Consiste en saber mezclar los sueños y la realidad de forma coherente, y es muy fácil perderse en cualquiera de los dos extremos o, lo que es peor, perderse entre ellos. Jonás se ha perdido en los tres a la vez y encontrar el camino de vuelta a casa se está complicando demasiado. Está seguro que encontrará la forma de volver; sólo hay que hacer bien el trabajo. Ahora sólo le preocupa el sentimiento de pérdida que tiene que aprender a manejar si quiere salir cuerdo de Entremundos. Y esa, no es una empresa fácil.  


Una de sus mejores habilidades, además de la de enlazador, es que es un gran tejedor. Jonás ha encontrado un punto en común entre la muerte y la pérdida. Las dos se mueven del Todo a la Nada; y en la Nada queda un residuo del Todo que es el hilo necesario para tejer. El hilo necesario: los recuerdos.  


Jonás sabe que hay que empezar por el principio, definiendo. Coge el manto blanco del Todo, el manto negro de la Nada y el hilo de los Recuerdos. Así teje su primera canción:


La Pérdida (o la canción de la muerte ajena)


Un balcón saliente al universo
Allá donde la nada
Mece las alas de nadie
Para que siga siendo.

11 de septiembre de 2010

Bohemundo


¡Eh, Bohemundo,
eres tan necio que algunos incluso te temen!

Olvidaste tu memoria en algún lugar del bosque
y te dio miedo volver.

¡Oh sí, tú sabes bien donde la dejaste!
Sin embargo, has seguido caminando tu segmento,
desplazándote a través de las miradas
como un hombre asustado
por la tiranía de su propio niño.

9 de septiembre de 2010

Praix, el chico sin apellidos. III

Del polen.

Una parte de mí jamás olvido la Matriz. Intenté llevar parte de mí, fuera como fuese, de nuevo a ella. Renacer, esa es mi añoranza. Volver allí donde “Aceptar el amor” es la más hermosa manera de crecer, donde mi destino es el camino, donde mi movimiento es el empuje y donde mi deseo es el deseo.


El Hogar de la Noche asomó su cabeza de nuevo en mi vida, la lucha fue bestial. A esta lucha la llaman adolescencia. Es la batalla entre el “Yo que está creciendo y quiere hacerlo por sí sólo” y “la Matriz que sigue alimentándote”.


Podéis creerme: No hay vencedor. Es más, no hay batalla alguna, solo una colaboración entre riñas.


Lo que pasó fue que aprendí a expulsar trocitos de Matriz en forma de polen. El viento y la luz se encargaron de llevarlos a otros árboles. Y los demás árboles hacían cosas parecidas.


Desde que me partí en dos, por fin comprendí que mi afán por deshacerme del Hogar de la Noche, era un acto de amor, una vuelta al principio, un eterno retornar, un constante buscar la Luz. 

5 de septiembre de 2010

Cartas a Alhadira

Querida Alhadira:


Te escribo esta carta, invisible como atmósfera que repta en sombra extraña, para que sepas que hoy me encuentro bien y que me alegra inventar tu sonrisa.
Dibujo, apartando la ventisca que enturbia tu imagen, tu nítida imagen; y pleno de regocijo me recuesto de lado, junto a ti, y te contemplo, blanca como nieve que nunca pisó nadie.


Llevo puesto el dedal de mercurio con tus iniciales (las he puesto al revés, sé que así están bien) pero no estoy tejiendo tu traje ni tu pelo. Hoy me recreo en tus labios mientras sonríes.
Y estoy feliz porque tus labios me sonríen.
Sonríen y llevan sangre y nervios por dentro. Casi parecen de carne, algo inusual en ti que ya no tienes pulso y te mantiene mi aliento.


Pero, a veces, eres real. Tan real que llegas a dolerme.


Te estuve esperando muchos días en el puente donde los coches hacen oleaje, sobre las nueve y media, aguardando el milagro, la maravilla. ¡Qué tonto puedo ser en ocasiones!.
Allí me vestía la noche con su traje oscuro y mágico; y sin tristeza ni alegría cogía de nuevo tus manos de viento, me acercaba a tu rostro de niebla y te daba un beso de luna.


¡Qué difícil romper este muro que has levantado ante mí!
Me pediste ser ficción y ya no sé cómo volverte carne.


Pero hoy estoy contento y me alegra inventar tu sonrisa. Te miro, te sonrío y de nuevo te vas con el viento.

4 de septiembre de 2010

Praix, el chico sin apellidos. II



De cuando fue brote.


Yo soy, afirmé.
¿Qué soy yo?, me pregunté. 

Y mientras tanto fui creciendo sin control. Me gusta la luz, no quiero seguir aferrado al Hogar de la Noche. No, definitivamente. Solo me interesa la luz, esa es mi elección. 

Este fue el instante más crucial de mi existencia. Olvidé mi primera conciencia, rechacé el amor de la Matriz. Pensé: No existe el amor en la oscuridad, solo la luz es buena. A partir de este momento buscaría mi renacimiento una y otra vez. 

Por primera vez tuve consciencia de estar vivo. El Hogar de la Noche que tanto amor me dio se empezó a convertir en el lugar donde no supe decir “YO SOY” y en mi mayor miedo: ¿Y si un día he de volver?. 

Huí hacia delante sin remedio, o eso creí. “Su empuje era mi movimiento”



De sus primeras ramas. 

Asombrado y disfrutando de mi primera gran etapa en el camino hacia la luz, me sentí pleno en la alegría. Recuerdo mis primeras ramas como el episodio más feliz e inocente de mi vida. Todo era un juego divertido repleto de imaginación y realidad infinita. No existía lo irreal. 

Enterré en lo más profundo el Hogar de la Noche; y la Búsqueda de la Luz irradió con tal fortaleza mi alrededor que sentí por primera vez el enamoramiento. Por eso recuerdo tan bien esta etapa. Me enamoré de todo lo que me rodeaba por primera vez. El mundo se convirtió en mi primer amor y, ya olvidada la Matriz generosa, entendí el amor como una posesión. 

Pensé: “Yo Soy” y “Esto es demasiado bueno para perderlo nunca, quiero esto para siempre”

Así fue mi infancia, feliz pero equivocada. Aún hoy, en ocasiones, pienso que mi infancia es el punto al que debería regresar. Regresar a mi primer amor. Y por intentar poseer mi primer amor, lo único que conseguí fue robarle su brillo. 

Fue el segundo crimen contra mí mismo: 
Robarle al presente su esencia efímera y maravillosa para que fuese igual el día de mañana.