8 de marzo de 2012

Borroso



Imagen de Carlos Aguiar (stock.xchng)


-¡Es la décima cerveza de luna que te tomas Jonás, ya está bien, para!

-No tiene sentido que intentes pararme ahora que ya me has servido tanto
, querido Ventura. ¿Quizá sabes del eclipse? Creo que no. Lo tuyo es la impaciencia y las ganas de vivir, sobretodo desde que caminaste hasta Járiga y conociste a Sena. Dime, ¿dónde te llevó? O mejor no me digas, no te creas, en este momento no estoy en condiciones de prestarte atención, estoy borracho como hace eternidades. He de decirte también que mi maestro, Bohemundo, aquél que luego llamaron El Necio, ya me advirtió de los peligros a los que se expone un enlazador ante el alcohol pero yo ni caso. ¡Qué asco me doy, amigo! ¡Anda, sácame otra cerveza de luna y haz noche en tu juicios y valores! Sólo quiero beber hasta morir, nada más.

-Como desees, Jonás. Recuerda que no habrá ningún viento al que llamar si las cosas se tornan brumosas como la leche de las elefantas, si tu memoria se disuelve como el azúcar en las encías o si acabas como una nube magnánima convertido en charco donde los cielos se reflejen. Recuerda que no habrá ningún viento al que llamar cuando te desplomes. Y por favor, págame antes de que te sirva. Ya sabes cómo va esto.

Jonás se tambaleó mientras echaba mano al bolsillo. Agarró un puñado de monedas y cuando abrió la mano para ponerlas sobre el mostrador un puñado de escarabajos corrieron en su lugar en todas las direcciones. Ambos los vieron alejarse. Ventura gimoteó. Jonás se volvió ceniza y se esparció por el suelo. Se acabaron por hoy los malos pensamientos de Jonás, quizá mañana encontrará paz en su espíritu. Ahora Jonás conoce la nada pero no podrá recordarla.