29 de septiembre de 2012

Un regreso



© María Pan


Praix puede orientarme, pensé.

    Después de pasar excesivo tiempo en Entremundos comencé a llamarlo “el mundo real”, mientras que Járiga se diluía en mi memoria como una gota de Mercromina en un gran estanque. Me resistía a seguir creyendo en Járiga como otro mundo posible, me resistía a pesar de todo lo vivido y todo lo que conocí de ese lugar. Una de las razones principales era que aquí, en Entremun… Perdón, en el mundo real, ninguna de las personas que conocía sabía de su existencia, las más benévolas la tildaban como “tu mundo imaginario”, mientras que la mayoría optaba por la simple indiferencia. Así, de a poquito, iba siendo absorbido por el embudo opaco de la cotidianidad, dejándome caer sumiso por su torbellino dictatorial como una piedra que obedece la ley gravitatoria. Alguien me dijo en una ocasión que la fe era como una vela, pero la mía en lugar de iluminar está empeñada en derretirse. No es fácil ser enlazador de mundos, si es que alguna vez lo fui. A parte de Járiga existe tal infinidad de ellos que conocerlos todos sería un infausto propósito, por eso tuvo que ser un sueño. 


    Aquella estatua… ¿Cómo era, cómo se llamaba? Gabriela, eso es, imponía tanto su quieta presencia en el centro de Plaza Grande con su ánfora de secretos; La Taberna de La Curia donde encontré a mi maestro antes de toda aquella persecución a través de los bosque de Phéser… Todo un sueño, incluso mis juegos con Praix desde que éramos niños. Todo ha sido un enorme y fantástico sueño que debí empezar en no se qué momento de mi niñez, un sueño que he llegado a creer real. Pero ya estoy poniendo los pies en la tierra, he decidido dejar de escuchar los trinos de mis pájaros, ¡he de estar loco!


    Si Járiga fuese real podría ir ahora mismo y visitar a Sena, la niña de eterna infancia, o pedir audiencia con su majestad La Niña Reina en el palacio del Amaraun, o asombrarme con las cosas imposibles que crean los imaginartesanos. Ha sido todo un bonito sueño que ya dura demasiado, se ha metido tan dentro de mí que puedo hablar de él como una certeza y eso es algo que ha de ser ominoso por fuerza. Járiga es una invención, he aceptarlo.
    La lavadora se puso histérica, le encanta armar escándalo con el centrifugado, y me desvió de mis pensamientos. Tiré los ojos por la ventana y en el exterior los recogió un día estupendo, el verde del parque parecía haberse ruborizado, aunque sería más correcto decir “verdorizado”, y la luz velaba platinos en sus destellos. Un largo paseo me haría bien, un largo paseo con música.


    Cualquier cosa, se moviera por su voluntad o no, bailaba al compás de la música que me inundaba, el título de la canción: Vita Brevis. Todo fluía con lentitud de lava, imaginé que ardía todo mi pasado bajo la tierra candente y encontré tanta paz que sonreí. Creo que esa es la máxima expresión de la paz interior, la sonrisa completa de todo lo que soy. Sin darme cuenta la música iba cambiando y con ella mis emociones y mi percepción de las cosas. Así de falsa es la realidad. 


    1689 XFS, 4758 HHF y 1878 GVB fueron las matrículas de los tres únicos coches que se cruzaron en mi camino antes de apartarme por el puente de alemanes hacia los caminos sin asfaltar de Aranzadi. No sé por qué motivo empezó a ser mi número fetiche, bueno, digamos que preferí olvidar los motivos. Lo cierto es que no podía ser casualidad que la suma de los dígitos de cada matrícula me llevara a él. No quise subir hacia la parte vieja de la ciudad a través del Portal de Francia, me desvié hacia la izquierda y me encaminé por la Bajada de Labrit. Es un tramo muy transitado por los vehículos que suben y bajan hacia Txantrea y Arrotxapea. En el breve tiempo que usé en subir me crucé con veinte matrículas más que me llevaron a mi número fetiche, era un hecho demasiado inusual para no fantasear con los atrevidos poderes de la numerología. Entré en la parte vieja de la ciudad por Dormitalería escuchando una canción titulada “Violin Solo”. Volví a pensar en Praix mientras me aparté a un lado de la estrecha calle para que pasara un furgón de reparto, su matrícula 4857 HSH: La luz del día tembló, la calle seguía siendo de piedra y estrecha pero ya no estaba en Pamplona.