31 de octubre de 2013

El puente de los abrazos




Photo credit: tetegil / Foter.com / CC BY-NC-SA


En aquella parte de Entremundos había muchos tipos de puentes pero éste formaba parte del paisaje, lo enriquecía. Era uno de esos tipos de puente que imaginas cuando piensas en la palabra: Construido en piedra, con arcos apuntados; un puente curvo, con pretiles y calzada; un puente que une las dos orillas paralelas de un río; más que eso: era un puente de peregrinos. Me quedé suspendida sobre la rama del arce, elegí este árbol porque me fascina su otoño, pero la rama cedió por mi peso hasta quedarse la parte inferior en contacto con el agua. De vez en cuando me salpicaban algunas gotas y dos ramitas comenzaron a chocar entre sí haciendo un sonido constante de claqueta. Aquel ruido acabaría delatándome. Decidí cambiarme de rama o de árbol pero una sombra invadió el puente y me quedé, tan quieta como un jugador de ajedrez concentrado en un movimiento importante me quedé. Pensé, y creí, que mucho más natural acabaría pareciendo el ruido de un par de ramas que chocan entre sí mecidas por el agua que los movimientos de un cuerpo haciendo el mono, así que me quedé donde estaba, con suerte y la ayuda de la penumbra no me verían. Unas gotas de agua me salpicaron a la cara, las ignoré, como también ignoré el frío que intentaba invadirme, el sitio elegido se había vuelto incómodo pero ya no había marcha atrás. Creo que era Alhadira la que comenzó a avanzar hacia el ábside de la calzada del puente desde la margen izquierda, me pareció que llevaba el pelo cubierto con un gorro de lana de color gris y un abrigo ajustado, Jonás iba a su encuentro desde el lado derecho ataviado con un comando oscuro. Se pararon un segundo, como indecisos, después se abrazaron, un abrazo de reconocimiento y búsqueda aunque a mí me pareció el abrazo de dos seres perdidos. Alhadira se quedó mirando hacia el origen del río mientras que Jonás lo hacía a su destino. A mí esos detalles me llaman mucho la atención y te diría que me pareció un gesto muy simbólico: ella mirando al pasado, él al futuro, y el presente representado como un abrazo sobre un río imparable. Menuda imagen, ¡qué fuerza!

En mi humilde opinión, que a pesar de ser humilde lleva consigo el peso de todos los siglos vividos, y ya son muchos, los abrazos son tan bonitos como peligrosos, tienen un lado oscuro. Te hacen mirar por encima del hombro de la otra persona y en dirección opuesta, por eso pienso que es mejor cerrar los ojos en un abrazo. Desde donde me encontraba no distinguía sus ojos pero tengo mis intuiciones sobre aquel encuentro, como buena guardiana me las guardo para mí pero ya se verá.

Sé que la función de un enlazador es coser coincidencias, hechos, sueños, señales… Y quizás Jonás sea el mejor de los últimos tiempos pero créeme Ventura que esta vez no se enteró de nada, parecía que el río fluía por su corazón y por su cabeza en vez de por el cauce. Y ahora viene lo extraño, la razón por la que te cuento todo esto: Jonás y Alhadira decidieron dar un paseo bordeando el margen por el que yo estaba escondida. Creo que Jonás se había olvidado por completo de que yo andaba por allí esa noche y estoy segura de que no me vieron pero sí que miraron hacia donde me escondía, era imposible obviar el clac clac de las ramas. Estaban muy cerca y pude escuchar sus palabras. Jugaron a que aquel ruido era el sonido producido por algún duende o ninfa, o alguno de esos seres imaginarios en Entremundos, que aplaudía de alegría por el reciente encuentro y Jonás le propuso a Alhadira que le pusiera un nombre. ¿Y sabes qué nombre se le ocurrió? Efectivamente, ese mismo. Podía haberse inventado mil nombres pero no, Alhadira dijo: ¡Aya!

Me quedé de piedra, como Gabriela.



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16 de octubre de 2013

Aya en la orilla




Photo credit: ellhoisa / Foter / CC BY-SA


-Aquí en Járiga tenemos a bien el uso de la magia y no necesitamos la mayoría de los artefactos rudimentarios que usan en Entremundos. Para que nuestra magia sea eficiente en aquel lugar hay que convertirla o traducirla como si fuera un lenguaje diferente, por decirlo de la forma más precisa posible -explicaba Praix a una niña con mirada de mujer atenta a sus palabras-. A Alhadira le llegó el mensaje enviado desde los tubos óricos a modo de publicidad, por correo electrónico, un boletín para un curso de teatro. No necesitas saber qué son estas palabras, te baste saber que los hilos de los telares de Ílade harían el resto. Deberías saber también que esta parte de la historia se hubiera quedado oculta, más bien a las orillas, como deambulando, si Aya no le llega a contar a Ventura qué pasó en aquel lugar. Los guardianes no son muy dados a contar detalles de sus trabajos pero algo sucedió para que Aya no pudiera contenerse. Fue el mismo Ventura el que me contó los hechos tal y como se los relató a él:

Llegué a aquel puente un par de horas antes. Paseé por ambas orillas, el río bajaba con fuerza y caudaloso. Era final del invierno en Entremundos y el frío se dejaba ver como si fuera el humo de una hoguera inversa. No había decidido el lugar desde donde protegería el encuentro y me quedé sentada sobre el pretil del puente durante un rato, sumida en mis pensamientos. Había una parte mía a la que no le gustaba que ese “sin raíces” de Praix me hubiera enviado a este asunto, sin embargo debía reconocer que era un tipo listo, sabía que nunca le haría un favor por su condición, no me gusta la gente sin apellidos, pero a pesar de todo me guarda respeto y jamás me dirige la palabra, siempre se acerca a mí con un interlocutor, como tú por ejemplo, y le habla y le mira a él, ignorándome por completo; y eso me hace bien, no puedo ir en contra de mi naturaleza divina, repudio a todos los hombres como él, a todos los que han nacido como mala hierba engendrados en una semilla. Si supieran como yo cual es el origen del primer hombre de ese tipo… Pero los tiempos han bailado tanto que algunos de ellos casi merecen mi respeto. Ojalá no tuviera estos pensamientos benevolentes hacia esos seres, ¿no puedes entenderme, verdad? Se me retuercen los adentros solo de sentir algo así. No, no puedo luchar contra mi naturaleza. Pero dejémoslo aquí.

El tiempo se me pasó como arrastrado por el río, el momento del encuentro se acercaba y decidí guarecerme en las ramas bajas de un arce. Debe ser que en los telares de Járiga se urden las coincidencias del mundo, porque casi me vuelvo humana del susto cuando Alhadira me llamó por… Me estoy adelantando a los hechos, y es preciso seguir su orden.




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10 de octubre de 2013

El plan improvisado



Photo credit: Thomas Hawk / Foter / CC BY-NC


-No me puedo creer que enviaras en esas condiciones a Jonás a Entremundos-, dijo Sena cuando el silencio dejó de ser tan sonoro y se emancipó del lugar. Así evitaba hablar de aquella intrusión en sueño ajeno, ya habría tiempo de hacerlo cuando lo asimilaran, así le pareció que pensaría también Praix y lo observó colocarse la mano entre la sien y el ojo, cerrando ambos párpados. El gesto parecía poco delectable y, según Sena, la evidencia firme de un repentino dolor de cabeza. Era muy posible que la experiencia se lo hubiera provocado, ella en cambio se sentía físicamente bien. Lo miró con algo de preocupación pero él no dijo nada al respecto, tensó el cuello y las axilas para contener un bostezo, miró hacia la puerta como si pudiera entrar de un momento a otro alguien más y luego le contestó que ya sabía que las condiciones no eran las más adecuadas y que tenía el presentimiento de que las cosas podían no ir del todo bien, los Mamus se estaban haciendo fuertes allá.

-Por fortuna, Aya, estaba dispuesta a colaborar. Como soy un chico sin apellidos la guardiana de las orillas no me permite hablar con ella, así que tuve que echar mano de un intermediario. Me ayudó con ella Ventura, el tabernero de La Curia. Lo cierto es que elaboramos el plan sobre la marcha, improvisando más que elaborando. Jonás ya estaba intentando conseguir información para localizar el puente de Entremundos donde supuestamente se encontraría Aya y tarde o temprano intentaría localizarla directamente a ella para conseguir la información, teníamos que evitar que esto último sucediera. Lo preparamos todo para ese mismo día, a la noche. Yo me volví a Söen y envíe una comunicación a Alhadira mediante los tubos óricos, Aya se marchó para Entremundos y Ventura se encargó de hacer saber en qué puente se encontraría a los chismosos de la taberna. La información corrió como un guepardo hasta los oídos de Jonás y yo crucé los dedos.




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4 de octubre de 2013

Interludio (Miosis)




Un grito rompió la pausa valorativa sostenida entre Praix y Sena, su amigo parecía haber entrado por fin a las ensoñaciones provocadas por el aceite de oniria y lo hacía por la puerta grande. Aunque para Sena aquel grito y toda esa tensión no eran más que síntomas normales, a Praix le parecieron aterradores y quiso hacer algo para ayudar. Se acercó hasta el camastro con la intención de dar calma a su amigo y en un espasmo Jonás lo agarró de la muñeca con tanta fuerza que le hizo gruñir de dolor. Sena se asustó, nunca había visto a ningún “onírico” apresar a nadie, le parecía un hecho insólito e intentó abrir la mano con la que lo apresaba. El tiempo quedó quieto en ese instante como un maniquí y, quizá por contagio o por la amistad que les une, los tres fueron partícipes de uno de los sueños de Jonás. Se proyectó en sus mentes como algo vívido y desconcertante mientras que las pupilas de Sena y Praix se contraían como las de un gato.





Tras la experiencia común, Sena sintió que aquello era más una pesadilla que un sueño, el silencio quiso acurrucarse en postura fetal muy cerca de los tres, en el suelo, junto al camastro; la habitación se inundó entonces con el liquido amniótico del que se alimentaría el silencio, y se fue gestando a sí mismo durante horas hasta que llegó el momento y nació. Y se quedó a vivir. 





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