19 de febrero de 2011

Gris y arruga traen memoria




“¿Quién disparó, fuiste tú?”
“¿Quién disparó?”

Y el pensamiento se establece entre las arrugas de su materia gris hasta que él mismo se convierte en pensamiento que no duerme. Y Encinto se vuelve gris. Y el pensamiento se vuelve músculo y le acerca el alimento como trompa de elefante. Y Encinto se siente pesado y lento.
Ya nada volverá a ser como antes...

El ambiente de la lobera se vuelve denso y aromoso como masa de dulce árabe, las respiraciones de los lobos emergen como gelatina que tirita ante sus ojos, y sus ojos solo ansían cerrarse.

-Tengo que salir de aquí, quizá un poco de aire fresco subyugue a la rapaz de ojos grandes y me deje volar al sueño.

Pisó la hojarasca y la hierba frías de escarcha deshaciéndolas con su calor corporal en breves charcos de agua. Apenas se dio cuenta de que volvía a caminar.
Emprendió su paseo en la noche, a través de un boceto a carboncillo del bosque de los lobos, volviéndose cada vez más gris y pesado hasta que el alba emergió desfigurando la sombra. Entonces supo de la memoria y la lentitud. Encinto ya era un elefante.

Un elefante de grandes orejas y parda piel cuarteada. De ojos pequeños, tristes, que destilan consideraciones y astros, y otras profundidades del ser que solo Encinto sabe descifrar no sin dobles interpretaciones. Un elefante de paso cruzado y hundido en la tierra. Un gran pensamiento cavilante y lento, como aguja pequeña de reloj que avanza inexorable en su circulo ficticio.

Encinto recogió su trompa en espiral acercándosela a la boca. Se alimentó de retoños y brotes tiernos. Se aseó en un lago del camino y antes de que cayera la tarde, por fin pudo dormir.

Su augusta memoria influyó en lo visible de sus sueños: Se encontraba en Entremundos y corría el mes “magnífico”. Un tímido “no”, en letras de seda, se aceraba en su crisálida hasta que la quebró con sus alas de metal. De allí partió, en ígneo vuelo, la mariposa venenosa que le atravesó el corazón, una Chrysiridia. Encinto se vio a sí mismo buscando la trayectoria de la la bala que después lo mataría. Y Chrysiridia fue bala aleteando en su pecho. Se vio morir. Y despertó.

Encinto, el elefante, caminó lento y gris, tocado por el sueño reciente. Caviló. Con su larga trompa dibujó una “S” y abriendo sus grandes orejas como una mariposa decidió poner rumbo a la ciudad de Járiga, en busca de la “I”.

¡Oh, sí, la “I” de los imaginartesanos!

Los bosques se fueron quedando calvos dando paso a los campos de siembra y a los caminos. -¡No puedo entrar en la ciudad con este aspecto tan grande y gris!- Se lamentó a viva voz. -¡He de encontrar mi cuerpo!

Y con su lento caminar y sus pequeños ojos tristes avanzó hasta una senda rojiza. La misma senda por la que empezó a caminar recién muerto.

Abrazó con su espiritrompa de elefante-mariposa el tronco del árbol claro donde en sueños le cantó una canción la luna y lo arrancó.
Las raíces movieron la tierra y se asomaron a la luz apretando sus ojos ciegos. Ahí estaba su ropa, enredada entre los tentáculos del árbol de corteza clara.
La recogió y la sacudió en el aire.
El árbol de corteza clara ardió desde la copa hasta la raíz y una ceniza de semillas tapó la herida de la tierra. Encinto se acostó sobre esa cicatriz y lloró, pequeños brotes lanceados cubrieron su cuerpo, que menguó hasta volver a ser de nuevo el de un hombre de busto tierno.

Miró sus manos sin pensar en nada. Y sin pensar en nada se vistió y volvió a caminar hacia la ciudad de Járiga.




2 comentarios:

  1. Cortan el aire las piernas como tijeras...meláncolica y romántica la imagen de una noria en silencio...
    los lobos... QUE GUSTO LEERTE,

    Tus relatos son cortometrajes de animación...nos ponemos a dibujar cuando quieras :)

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  2. "Ya nada volverá a ser como antes "
    - resonando en su sien como cualquier "chunda-chunda" de botellón adolescente-

    Ambiente denso dentro de la lobera y tú, Encinto, con anhelo de salir...
    - ¡Pobre Encinto! ¡Valiente Encinto!-

    Tras la metamorfosis casi ni es consciente de que llegó a la consciencia transfigurado, como una crisálida recién mutada (como mis mariposas).

    -Chrysiridia es sólo ensoñación, mi querido Encinto, es hora de amanecer, de reanudar la marcha-

    Encinto abraza con su espiritrompa y llora...

    ... María abraza a Encinto sin pensar en nada, se viste y le acompaña de la mano, siempre elevada (sin que él lo note) un palmo por encima del suelo...


    ¡GRACIAS ROVE! ¡Un beso!

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