Photo credit: Arslan / Foter.com / CC BY-NC-ND |
Hay veces que uno se pregunta o plantea cosas importantes, por ejemplo: ¿Cómo sería ser astronauta y tener el privilegio de ver el planeta desde el espacio? Incluso: ¡Qué angustia se tiene que sentir si te entierran con vida! Pero es difícil que se te pase por la cabeza ni siquiera el plantearte cómo ponerte en la piel de alguien que ha conseguido sacar de una tumba a una chica enterrada viva, ¿cómo llevas eso?
No sé cómo seguía Viento. No sé si estaba viva, muerta, en coma, casada, soltera, viuda, con novio, si la habían enterrado por un ajuste de cuentas, si el ajuste de cuentas era con ella o con otra persona. Podía ser madre y tener hijos pequeños y un marido buscándola que no sabía nada de su oscura vida. Podía ser una víctima circunstancial o la hija de una persona poderosa. Podía, simplemente, ser una amante descubierta. No podía dejar de pensar en ella; en su nombre, tan hermoso: Viento.
Decidí ir a visitarla al hospital donde estaba ingresada, en el Virgen del Camino, necesitaba respuestas, pero evidentemente no me dejaron pasar. Yo era un sospechoso. Jamás me había enfrentado a esa palabra a tal nivel: sospechoso de intento de homicidio. Busqué en un diccionario etimológico la palabra sospechoso pero me faltó imaginación para hilar su origen con su actual significado, aunque no era nada complicado hacerlo, supongo que por la sensación de embote muchas cosas se me hacían un mundo. Hice un escrito a la comisaría, a nombre del gilipollas de Pedro María Sanchís, pidiendo permiso bajo vigilancia para visitar a la persona que a pesar de salvar bla bla bla bla… Y esperé a que me contestara. La respuesta llegó a los cinco días en un sobre en blanco, sin distintivo oficial de ningún tipo:
Estimado Señor:
A usted le falta un hervor, ¿verdad? ¿Cómo se digna siquiera alguien de su calaña a pedir permiso para visitar a su “presunta” víctima? ¿Cree que la policía es tonta? La respuesta es NO.
Me quedé a cuadros, esto era una carta personal del agente Pedro María de los cojones, aunque estuviera sin firmar y con letra tipo Arial. No era una carta emitida por la policía sino una grosería personal y una falta de respeto fuera de los cauces legales. Me guardé la carta pensando en qué hacer con ella aunque no creo que sirviera para nada, ni siquiera estaba dirigida a mí. Decidí colarme en el hospital y visitar a Viento por mi cuenta, ya encontraría la manera de hacerlo.
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