16 de octubre de 2013

Aya en la orilla




Photo credit: ellhoisa / Foter / CC BY-SA


-Aquí en Járiga tenemos a bien el uso de la magia y no necesitamos la mayoría de los artefactos rudimentarios que usan en Entremundos. Para que nuestra magia sea eficiente en aquel lugar hay que convertirla o traducirla como si fuera un lenguaje diferente, por decirlo de la forma más precisa posible -explicaba Praix a una niña con mirada de mujer atenta a sus palabras-. A Alhadira le llegó el mensaje enviado desde los tubos óricos a modo de publicidad, por correo electrónico, un boletín para un curso de teatro. No necesitas saber qué son estas palabras, te baste saber que los hilos de los telares de Ílade harían el resto. Deberías saber también que esta parte de la historia se hubiera quedado oculta, más bien a las orillas, como deambulando, si Aya no le llega a contar a Ventura qué pasó en aquel lugar. Los guardianes no son muy dados a contar detalles de sus trabajos pero algo sucedió para que Aya no pudiera contenerse. Fue el mismo Ventura el que me contó los hechos tal y como se los relató a él:

Llegué a aquel puente un par de horas antes. Paseé por ambas orillas, el río bajaba con fuerza y caudaloso. Era final del invierno en Entremundos y el frío se dejaba ver como si fuera el humo de una hoguera inversa. No había decidido el lugar desde donde protegería el encuentro y me quedé sentada sobre el pretil del puente durante un rato, sumida en mis pensamientos. Había una parte mía a la que no le gustaba que ese “sin raíces” de Praix me hubiera enviado a este asunto, sin embargo debía reconocer que era un tipo listo, sabía que nunca le haría un favor por su condición, no me gusta la gente sin apellidos, pero a pesar de todo me guarda respeto y jamás me dirige la palabra, siempre se acerca a mí con un interlocutor, como tú por ejemplo, y le habla y le mira a él, ignorándome por completo; y eso me hace bien, no puedo ir en contra de mi naturaleza divina, repudio a todos los hombres como él, a todos los que han nacido como mala hierba engendrados en una semilla. Si supieran como yo cual es el origen del primer hombre de ese tipo… Pero los tiempos han bailado tanto que algunos de ellos casi merecen mi respeto. Ojalá no tuviera estos pensamientos benevolentes hacia esos seres, ¿no puedes entenderme, verdad? Se me retuercen los adentros solo de sentir algo así. No, no puedo luchar contra mi naturaleza. Pero dejémoslo aquí.

El tiempo se me pasó como arrastrado por el río, el momento del encuentro se acercaba y decidí guarecerme en las ramas bajas de un arce. Debe ser que en los telares de Járiga se urden las coincidencias del mundo, porque casi me vuelvo humana del susto cuando Alhadira me llamó por… Me estoy adelantando a los hechos, y es preciso seguir su orden.




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