8 de febrero de 2014

La canción latido de Sena



Photo credit: Pablo Gómez Leal / Foter / CC BY-NC-ND



El corazón habita un hogar oscuro,
dentro de ti, en lo invisible.
Concretamente en tu pecho.
Cierra los ojos, siéntelo.
¡Palpita!
Ahora eres tu propio corazón
y el corazón no ve con la mirada
pero observa
y actúa.

No sabes otra cosa que abrirte y encogerte,
no sabes otra cosa que vaciar y llenar tu alma,
no sabes otra cosa que florecer y replegarte,
no sabes otra cosa que el perpetuo movimiento de tu ser.

Eres la esencia vaporosa de una acción continua,
un no pararte ante nada,
tuyo es el amor, tuya es la vida,
¡palpita!
Ama, late, yace.



Hacía años que no espiaba cantar a Sena en los tejados del Amaraun en una noche sin luna. Solo su vestido blanco reflejaba la poca luz que podía recoger. Pensé que su vestido era como el corazón sobre el que cantaba, que atraía la luz y la reflejaba, que daba y recibía; incapaz de hacer nada más. No era un corazón de músculo y sangre, era un corazón de luz y tejido. Y entonces, como en una revelación mística o en una locura brillante, sentí palpitar toda la energía invisible que fluía a través de la noche, y me sentí dentro de ella, en lo invisible, concretamente en su pecho. Cerré los ojos y palpité. Sentí diastolizarme (o llenarme) y opté por bajar de aquel tejado en una sístole respetuosa y calma.

Las canciones de Sena siempre me mueven, son la esencia vaporosa de una acción sin fin. Pero son sus canciones, y sentí vergüenza de oír su latir a escondidas. Así que cuando bajé a la calle y me alejé lo suficiente vomité toda aquella sangre, dejando en el suelo un charco incoloro donde se reflejaba el cielo nocturno.
Después corrí y corrí y no me paré ante nada, y sentí que mío era el amor y que mía era la vida, y palpité como pude con los pies sin dejar de correr: el pie derecho diastolizaba y el izquierdo sistolizaba. Y en la oscuridad de la noche tropecé. Y me dejé yacer en el suelo con el rostro carmín y azulado, pendiente del ritmo de mi respiración, incapaz de hacer nada más.


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